Lavar el coche puede parecer un gesto rutinario e inocente. La espuma cubre la carrocería, los detergentes desprenden la suciedad y, tras el enjuague, el vehículo queda brillante. Sin embargo, detrás de esa aparente limpieza se esconde una amenaza silenciosa: las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), también conocidas como “químicos eternos”. En los últimos meses, en Estados Unidos, un grupo de expertos han alzado la voz sobre la peligrosa amenaza para la salud que acecha en los lavaderos de coches.