Desde casi el primer día en que Donald Trump empezó su loca carrera política, existe una categoría especial de intelectuales y políticos conservadores dedicados a la racionalización y saneamiento político. Cuando el amado líder lanza alguna propuesta absurda, estrafalaria, alocada o irracional (es decir, doce veces por semana), estos individuos dedican todos sus esfuerzos a convertirla en una estrategia racional o coherente.