El término neotenia proviene de la biología y se utiliza para describir a especies que conservan rasgos infantiles o juveniles durante toda su vida. Si trasladamos el concepto al ámbito político, obtenemos una clave para comprender la idiocracia que domina el Congreso.
Ayer, Pedro Sánchez comparaba a Feijóo con Jar Jar Binks. Lo que parece un chascarrillo es, en realidad, la tónica habitual en el hemiciclo. El propio Feijóo acusaba a Sánchez de ser “el presidente de una cloaca”. Políticos supuestamente formados exhiben discursos y actitudes neoténicas —infantiloides, adolescentes—, para deleite de los medios y de sus votantes, también atrapados en un estado larvario perpetuo, como si de una clase de secundaria se tratase. Adolescentes granudos que peinan canas.
El contubernio mediático-político está clarinete. En una época en la que la lucha por el clickbait es atroz, los políticos ya no hablan para el ciudadano, sino para las cámaras y para X. Cuanto más sonoro el zasca, más rentable el titular. Los medios han decidido que es más lucrativo escribir para una mayoría neoténica que para un público maduro e inteligente: una especie en peligro de extinción.
¿A esto ha quedado reducida la política y la sociedad? ¿Nadie percibe que el mercado está relegando la inteligencia a rincones cada vez más ignotos?
La mercantilización de la idiocracia parece irreversible. Décadas de neoliberalismo han erosionado la educación y han producido adultos perpetuamente adolescentes, adictos al scrolling. Da igual si son sexagenarios o treintañeros: consumen basura que atrofia las neuronas como si de un menú de McDonald’s se tratara.
¿Qué futuro le espera a una sociedad neoténica?

Torrezzno