“Para llegar al lugar yo tenía que tomar un helicóptero, bajar una cuerda, cuidarme de no poner el pie en una mina y buscar una identificación que finalmente no encontraba". Cardozo cuenta que informó de esta situación a sus superiores y ellos decidieron cambiar su misión: le encomendaron que se encargara de los cuerpos. Él no sabía nada de construir cementerios, así que buscó asesoramiento de empresas fúnebres inglesas. A diez meses del inicio de la guerra, en 1983, el capitán y su equipo pusieron final con la sepultura de más de doscientos..
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