Este emblemático cuadro, sin duda el más famoso entre todos los pintados por Sorolla durante su juventud con argumento social, es también ejemplo fundamental de la inmersión del artista en este género, entonces de plena vigencia en los ambientes artísticos oficiales madrileños, en los que Sorolla se propuso lograr sus primeros reconocimientos públicos. Además, es seguramente el más sentido de todos ellos en la hondura de su significado, por representar un asunto tan sensible a las vivencias de las gentes de su tierra natal
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Esta luminosidad tan dorada e intensa se repite en la práctica totalidad de la obra del pintor valenciano, hasta el punto que se denominó a su estilo “luminismo”.
Hasta le han puesto nombre a la luz de sus cuadros.
Salió por aquí una vez una noticia de que ese tipo de cuadros no estaban minusvalorados en los museos