El rentismo y el racismo inmobiliario no solo nos expulsan de nuestros barrios, sino que nos colocan en una doble desposesión: primero, en nuestros países de origen, donde se nos despoja de la tierra y de nuestros derechos; y luego, en el Estado español, donde, debido a la precariedad económica, nos enfrentamos a una vivienda que es considerada un lujo y no un derecho. El colonialismo consecuente al capitalismo, el racismo institucional e inmobiliario, y la dificultad de acceder a la vivienda, nos coloca en una posición de vulnerabilidad