La imagen es dantesca: la cubierta arde por los cuatro costados y la aguja, envuelta en llamas, se desploma entre los gritos de consternación de la gente que observa la escena. "Parece el fin del mundo", tuitea un periodista y, la verdad, es que sí: Notre Dame, una de las catedrales más importantes de la historia del arte -y de la literatura, gracias a Victor Hugo-, parece a punto de volatilizarse para siempre. Y sin embargo no es así. Retrocedamos doscientos treinta años: estamos en 1786 y una tormenta enorme azota París; …