#49 Precisamente porque “ya trabajaba de lo mismo” es donde está el problema: en que pasó de dirigir un máster en la Complu a recibir adjudicaciones de empresas a las que ella misma recomendaba en reuniones en Moncloa. No es opinión, está en los informes policiales incorporados a la causa (caso Innova y Globalia).
Que el juez haya tenido llamadas de atención no borra que hay contratos públicos, correos y testimonios donde se refleja que se presentaba como “la mujer del presidente” para mediar. Eso es lo que se llama tráfico de influencias.
Lo de la hija del juez del PP es un clásico cortina de humo: la instrucción la avala la Audiencia de Madrid y ahora va a jurado popular, que no lo nombra Peinado ni su hija, sino la propia Ley Orgánica del Tribunal del Jurado (aprobada en los 90… por la PSOE, por cierto).
Así que menos cuentos: aquí lo que huele no es la toga del juez, sino las gestiones privadas de Begoña Gómez pagadas con sueldos y despachos públicos.
#47 Indicios hay varios y están en el auto: reuniones de Begoña Gómez en Moncloa con empresarios que luego recibieron adjudicaciones millonarias, correos y llamadas donde se usaba su posición como “mujer del presidente” para mediar, convenios universitarios dirigidos a empresas que ella misma recomendaba, y la participación en proyectos financiados con fondos públicos que coincidían con esas gestiones.
No son sospechas difusas: son hechos documentados que el juez considera suficientes para abrir juicio.
#3 Lo sé, ni con todos los casos de corrupción de su partido y familia se le cae la cara de vergüenza a ese tipejo. Pero claro, él está limpio y no sabía nada. Espera, eso hace que sea incluso peor, nos gobierna un retrasado que vive en la inopia.
Intxaurrondo, que hasta ayer aplaudía los autos contra Ayuso como si fueran la Biblia, ahora se pone tiquismiquis con las comillas y el estilo del juez Peinado. Lo curioso es que lo importante (los indicios de tráfico de influencias y malversación con la mujer del presidente) lo despacha como si fuera una nota a pie de página.
Al final es el guion de siempre: cuando la justicia apunta a la derecha, es justicia; cuando apunta a la PSOE, entonces es “copiar y pegar”.
El presunto tráfico de influencias de Begoña Gómez no se entiende sin su parentesco con Sánchez. Y aquí está el punto político: si no fuese la mujer del presidente, nadie le habría abierto las puertas de contratos públicos ni habrían circulado millones en torno a su “cátedra”.
Ahora toca hacerse las víctimas, pero lo cierto es que el juez no inventa nada: describe la obviedad de que la relación directa con Moncloa es la llave que abrió cada negocio. Y lo que empezó como el “caso Begoña” inevitablemente termina siendo también el “caso Sánchez”.
Hamás quejándose de que un plan de paz “busca acabar con ellos” es como si la mafia se opusiera a una ley contra el blanqueo porque “ataca directamente su modelo de negocio”. Claro, entregar a los rehenes en 72 horas les parece un sacrilegio: perderían su único salvoconducto para seguir chantajeando.
Al final reconocen lo evidente: no les interesa la paz, les interesa seguir existiendo como grupo armado a costa de la población civil. Y mientras tanto, en cada intento de negociación, se retratan solos: ni siquiera con un alto el fuego garantizado aceptan soltar el control del sufrimiento ajeno.
Que el juez haya tenido llamadas de atención no borra que hay contratos públicos, correos y testimonios donde se refleja que se presentaba como “la mujer del presidente” para mediar. Eso es lo que se llama tráfico de influencias.
Lo de la hija del juez del PP es un clásico cortina de humo: la instrucción la avala la Audiencia de Madrid y ahora va a jurado popular, que no lo nombra Peinado ni su hija, sino la propia Ley Orgánica del Tribunal del Jurado (aprobada en los 90… por la PSOE, por cierto).
Así que menos cuentos: aquí lo que huele no es la toga del juez, sino las gestiones privadas de Begoña Gómez pagadas con sueldos y despachos públicos.