El padre Enrique González, exorcista de la Archidiócesis de Madrid, ha relatado su experiencia en el último número de la revista «Pórtico». El suyo no es el horario de un sacerdote al uso. Se levanta al alba, dedica «unas cuantas horitas a la oración» y después comienza su labor de exorcista. «Desde las once de la mañana hasta las nueve de la noche, literalmente sin parar», puntualiza. Después, la misa, «y luego siempre tengo una, dos, tres personas más». Hay muchos casos.
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