Hartos de intentar convencer, sin éxito, tanto al cura de la parroquia como a los propietarios de las funerarias locales, los comerciantes han optado por colgar un cartel en la puerta de la tienda que no ha pasado inadvertido para nadie en Sueca. Excepto para los conductores de los coches fúnebres, que siguen estacionado frente al local.
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