El susto y drama de sus padres cuando la veían desaparecer hacia lo hondo (bueno, dile desaparecer, dile nadar veinte metros) se tornó en asombro, admiración y gritos de «milagro, milagro » al verla regresar a la orilla sana y salva. Justina Navagorza, de 10 años, se zambulló apenas cinco minutos después de terminar el bocadillo de chorizo del almuerzo y, contra toda intuición popular y axioma científico, no le pasó nada. Los socorristas que acudieron a atenderla cuando volvió —no podían meterse en el agua porque habían estado picando kikos—
Comentarios
Yo esquivé una vez una zapatilla de mi madre
#4 Fantasmón, eso es imposible.
#6 Te lo juro por mi Telesketch
#4 debio reajustarse Matrix en ese instante, tuviste suerte
Errónea: como bien saben todas las madres, es imposible bañarse antes de que hayan pasado dos horas después de comer.
Yo una vez andé descalzo en invierno y no me costipé y no veo que sea noticia.
Lo triste es que estamos llenos de supersticiones, pensamientos mágicos y dogmas de fe ciega, como el presente, que afirma que "bañarse antes de dos horas después de comer es peligrosísimo y puede ser mortal".
#9 en realidad esa historia debe originar en el "me pego dos horas de siesta sin estar pendiente que no se ahoguen los niños"
Orden de una madre canaria a una niña que se estaba metiendo en el agua:
"¡Guasimara, hasta el coño ná'más!"
Aún no le había bajado el último trozo al estómago. Por eso se salvó.
Erronea, los socorristas no se bañan, solo usan el silbato y pasean en moto de agua con gafas Oakley.