Tarifa de última hora de Devnull es el texto ganador del concurso de microrelatos de esta semana: www.meneame.net/m/microrelatos/tarifa-ultima-hora
- A ti te daban el chorizo bueno, y a mí no me daban nada
- Pero qué dices, si eras los ojitos de mamá. A ti te metieron en el ejército, porque eras un balarrasa, y el resto fuimos rectos como una vela por tu culpa.
- Ya, lo dice el rojo, por qué será.
- Aún me debes una Campeona.
- ¿ Una qué ?
- Una gaseosa.
- ¿ Yo ? ¿ De qué ?
- No te creías que supiera resolver integrales con doce años, y te apostaste una Campeona, y la perdiste.
- ¿ Y no te la pagué ?
- Todavía estoy esperando.
- Si no te la pagué sería por algo.
Anselmo apuró el cigarro, restándole importancia a su tímida revancha adolescente, pero a la vez feliz de reivindicarla. Como si tuviera todavía doce años, y no sesenta.
- Mamá no va a llegar al verano.
- Yo de esa señora no quiero saber nada.
- Qué caro le salió aquél chorizo...
Siempre los he odiado. Los gritos de los niños me retumban en la cabeza. El reguetón a todo volumen los domingos me saca de mis casillas, y odio esa peste a colonia barata que deja ella en el ascensor, cuando sale pintada como una puerta.
Nunca los saludé. Nunca me saludaron. Nos bastaba con aborrecernos en silencio.
Y mientras sigo atrapada en esos pensamientos, veo a los niños, sentados sobre una caja mojada en el kiosco, inmóviles, con la mirada fija en los charcos. Con el cuerpo cansado, tomo el cepillo y empiezo a empujar el agua, sin prisa, entre el barro y los escombros. El kiosco está empapado, los periódicos y revistas arrugados por el agua. No hablamos. Llevamos horas así, sin mirarnos siquiera.
Hoy, solo estamos intentando salvar lo que queda.
Cuando Francis abrió los ojos, una máscara flotante le observaba.
-Empieza el viaje Francis. Será largo y necesitarás ayuda. Por eso puedes llevarte tu bien más preciado.
Francis encontró en sus manos un trozo de latón oxidado. “Oscar al mejor Director”. Y entonces recordó.
Su 20 cumpleaños chupando el repugnante rabo de aquel director que le metió en el mundillo a cambio de placer.
Su amada Sue llorando cuando le exigió acostarse con el productor que podía darle su primera película.
Ron, su detective, que organizó mil montajes para destrozar a sus rivales.
La montaña de vejaciones, insultos y amenazas a los actores que debieron sufrirle. Aquel suicidio.
Las decenas de chicas que se tiró con falsas promesas de un papel.
Y tantas otras cosas…
La noche en que le entregaron el Oscar, algo le decía que, unos años después, la estatuilla sería chatarra, pero sus actos le acompañarían eternamente.
Llegamos a la terraza de una cafetería, pedimos y mientras nos sirven, Manolo me comenta que ha leído en la Revista Mercurio que han lanzado un nuevo concurso de microrrelatos en una web llamada Menéame. Entre risas, buscamos en Google y nos aparece la entrada de un blog.
Llega el camarero, nos sirve pero veo que se ha equivocado con mi pedido, se lo reclamo y vuelve a entrar al local.
Aprovechando la espera, me registro en la web con mi usuario de X, pero veo que aún tienen el enlace y logo antiguos de Twitter. Manolo esboza una sonrisa y me mira fijamente: "Eso no es nada, no sabes lo que te espera. Si de verdad quieres participar en el concurso, no desesperes. Si consigues publicar tu microrrelato antes de que termine la semana, te invito a lo que quieras durante todo el maldito mes de enero". Trato hecho.
La niña del bikini de rayas era un excelente objetivo, pero no paraba de moverse. A su lado, otros gentiles infantes corrían junto a una pelota, inconscientes del peligro, mientras siniestros lepidópteros albinos bailaban con la muerte.
Caía la tarde vagamente junto a los chopos, y entre cedros líricos intuyó la efigie de un hombre cetrino, sentado junto a una mesa, protegido del jolgorio circundante por una franja de lirios blancos.
El hombre ya había sido alcanzado por muchos otros, pero eso no pareció importarle, de modo que afinó su puntería, y con un movimiento certero y estudiado, le picó en el cuello.
Pezzo carico!
Era casi mediodía y la multitud se agolpaba para ver el disparo del cañón.
Pezzo pronto!
Pero yo solo lo veía a él, radiante de emoción.
Cinque!
Se tapó los oídos.
Quattro!
Se los destapó; ya era mayor para eso.
Tre!
Me miró nervioso y me apretó la mano.
Due!
Volvió la vista al cañón.
Uno!
Abrió la boca, como yo le había explicado.
Per Santa Barbara! Fuoco!
La expresión de asombro dio paso a una enorme sonrisa.
— Mamá, ¿puedes decirles que disparen otra vez?
— No, cariño, pero, si quieres, podemos volver el domingo que viene.
Tras siglos de baños de sangre y millones de muertos, no pareció descabellado resolver los conflictos internacionales con un criterio igualmente arbitrario: aquel concurso musical que provocaba simultáneamente insultos y pasiones. Los mismos que lo denostaban se convertían en animales enfurecidos con los resultados del certamen. No había tanta diferencia emocional con una guerra, pero era mucho más económico.
Debía ganar Bélgica. Ese año el manipulador de voto del Mossad sufrió un error de programación y las VPNs israelíes empezaron a desbordar sus propios servidores con infobasura votando por “Tierra de paz”, que interpretaron erróneamente como un ataque del Vaticano. Rusia aprovechó el caos y hackeó el resultado para apoyar a “Jaula para Julia”, un canto a la libertad de expresión. Japón rechazó que los votos estadounidenses para Austria se asignaran a Australia.
Al terminar todo ganó Transnistria, que gobernó con infame mano de hierro de ese 2029 en adelante.
Junio señalaba en Persia la mudanza del sultán a los palacios de verano. Obligado por la amenaza del alfanje, el pueblo se agolpaba para mostrar sumisión a la comitiva, especialmente cuando el enorme palanquín imperial acarreado por elefantes recorría las calles de Isfahán. Como extranjero también tuve que postrarme y mirar al suelo. Por el rabillo del ojo observé a un andrajoso erguido entre la multitud. Los soldados ignoraron su presencia, nadie parecía verle.
Al alejarse el desfile me acerqué a él con curiosidad. Los harapos que le malvestían despedían un hedor insoportable. Le pregunté por qué se le permitía ignorar la obligatoria genuflexión:
"Soy más poderoso que el sultán. Guardo los secretos de todas las familias. Si la muerte me llegara inesperada, mis mensajeros difundirían la verdad. El imperio desaparecería en horas.
Soy el que observa y escucha desde la oscuridad de desagües y cloacas.
Soy el fontanero imperial."
Quisiera dar las gracias por este premio a un sintético, el primero en la Historia del Visual-3Dreal en recibir este galardón a mejor actor en todas las categorías. Gracias a los miembros de la Academia por haber entendido el valor de transformar mi cara en la de cualquiera, gracias a la técnica de MimicTM y a los nuevos polímeros de piel que ahora estoy usando. Quisiera dar las gracias también al director H6L35 que supo poner orden en esta historia tan especial sobre el sentido de la vida desde la óptica de nosotros, los sintéticos. “Spoiler”, como decían en el siglo pasado, el año que viene nos llevaremos todos los premios de todas las categorías. Gracias.
Solo quería desearos a todos mis seguidores y al mundo en general mis mejores augurios, mis más íntimos deseos de guerra, odio, enfermedad y muerte en estos días de alegría y placer, donde mis cuatro corceles recorren el mundo dispersando la buena nueva. Es cierto que algunos ignorantes se resisten con un cierto y blando interés a ser barridos por la olas de la historia, pero pronto perderán el interés y mucho más, no esperaba unanimidad, e incluso me causan cierta ternura, pero me dura poco.
Sin resistencia pronto seré el rey del mundo y mis generales , a quien ya conocéis , se reunirán pronto para dar la buena nueva, no sin repartir algunas propinas entre la población solo por el placer de hacerlo.
El fin del mundo conocido está cerca. El nuevo será mucho peor de lo que habéis imaginado. Imponentes bombardeos contra tiendas de campaña, cárceles como agujeros negros sin recurso posible, especulación para generar fondos sin límites, deportaciones a países basura por decreto, precios de lujo y sueldos de miseria y lo que es mejor, lo mejor de todo, aplausos, muchos aplausos. Esto si que no lo vi venir.
Llevo la cruz del sufrimiento entre mis dedos desde que tengo cinco años. Vivir ha sido difícil. Hay cicatrices en las manos y escribir con los ojos es un infierno. El infierno de no haber vivido en vida lo que me habría gustado. Hace días decidí no creer en dios y que ningún dios creyera en mí. Miro mis dedos y no hay cruz, no hay dolor. Desde entonces, camino más ligero.
Felipe está contento y nervioso. Van a ser sus primeras vacaciones de verano en 15 años. Hasta hoy ha sido físicamente imposible disfrutar siquiera unos minutos de luz estival.
Guarda su escaso equipaje y se acomoda en el estrecho vehículo. No necesita más. Ni su mujer ni sus hijos, fallecidos durante la Tercera Guerra Mundial, le acompañarán.
Los kilómetros avanzan y las densas nubes se van disipando. El cielo empieza a lucir un azul tan intenso que duele en los ojos. Luego ennegrece y aparecen miles de estrellas. Nítidas, increíbles, ¡qué visión! La finísima capa superior de la atmósfera queda debajo, cubriendo el uniforme marrón y gris de la Tierra.
«Mi primer verano nuclear» se susurra a sí mismo, emocionado, intentando jugar con las palabras. La antítesis de la oscuridad y el hollín que le esperan nuevamente en tierra firme.
«El Inútil», así lo llamaba su suegra. Por eso se ofreció para hacer el vídeo.
Parecía una tarea fácil y, de hecho, le llevó menos tiempo del esperado. Solo tenía que entrar en el viejo ordenador, seleccionar unas cuantas fotos y hacer un montaje para el funeral. Todos se emocionarán, algunos incluso llorarían y, lo más importante, se ganaría la simpatía de su familia política.
Acceder al contenido fue sencillo (su suegro había usado una contraseña trivial), pero, al abrirlo, su cuerpo reaccionó de inmediato y tuvo que apartarse para no vomitar sobre el teclado. Eran niños.
Tras el estupor inicial, se obligó a reaccionar. Pensó en cuáles eran sus opciones y en las consecuencias de cada una de ellas. ¿Llamar a la policía? ¿Contárselo a su mujer? No, eso sería demasiado doloroso para ella.
Con pulso firme, formateó el disco duro.
Prefería seguir siendo el Inútil.
Compañeros, tras la caída de occidente y el fin del Internet anónimo, nos ha costado varios años reunirnos de nuevo, pero por fin estamos todos. El dealer implume de uñas planas, el venado carmesí, el gasterópodo anarquista, el gallino fofó, María la Karmesiana, el hitita cáustico, el noblecito ilustrado, Speedy Rojales, Mundo Taíno, Bello Tinieblo, el galileo espabilao, el Swarche de Korskr, el proyector estereoideo, Espaciotiempo, el inclusivo de Skyrim, el hijo menor enunciativo, Kentuky Fried Pussy, ofthemanners, y nuestro siempre querido febrero 2031.
Los de siempre, que elijan de qué hablaremos, y el resto tenéis vuestros ladrillos y vuestras lechugas. El que muera a ladrillazos, será cubierto de ceniza.
A quien insulte, nuestro amigo Pax le dará una bofetada. A la tercera bofetada, tendrá que abandonar la cávea, aunque podrá volver con unas gafas de nariz y hablar pitufado.
¡ Que comiencen los juegos del Karma !
Miró sus manos con sarcasmo, como negándose a recordar que son pluripotenciales. Que igual pueden lanzar una piedra que acariciar el trigo, escribir poemas con soberbia etrusca o simples mentiras paleozoicas.
Miró al campo salado de avenas, al intrépido vacío de su mundo. Estaba aquí, vigilando el paso de los estorninos, estudiando el deseo y el vértigo con una indiferencia precisa, licenciado en no necesitar del mundo más que su existencia.
Acarició el mineral, como transido en la experiencia de futuros transitorios, olió los pechos de mujeres desconocidas, sorbió el perfume de los valles sagrados, soñó un instante con versos prohibidos…
Miró hacia el fondo del valle, y con soltura y decisión lanzó la piedra.
Y se fue acariciando el trigo.
Dios, como siempre, iba a lo suyo. Es lo que tiene ser "omni": omnisciente, omnipresente, omnipotente…, que estás a todo pero no estás a nada. Estaba otra cosa, con el tablero de mandos de la Humanidad ahí, desatendido, en automático.
Belce (nombre cariñoso) sabía que su tío era también omnidespistado (es lo que tiene ser "omni", que lo eres en muchas cosas). No levantaba todavía dos palmos del suelo, pero ese tablero… colorines, ruiditos, palanquitas, pantallas… Así que, de puntillas y viendo apenas lo que hacía, alcanzó el único mando al que llegaba, un deslizador, en ese momento desplazado totalmente a la izquierda, y lo movió al centro. Rápidamente se escabulló, temiendo que tito Dios le pillara.
No fue hasta 6 meses después cuando Dios se dio cuenta de que alguien había movido ese deslizador y había apagado el sentido común de la mitad de la población mundial:
-¡¡¡BELCEBÚÚÚ!!! 😡😡😡
«El señor Gaona le pide que sea su acompañante». Las palabras resonaban en su mente cuando entró en la habitación. Ahí estaba él, ya sedado y conectado al sistema de acompañamiento. Lo miró y, por primera vez, le pareció viejo.
Esperó pacientemente mientras el médico la conectaba: «No se preocupe, entre gemelos la compatibilidad es muy alta; su mente se acoplará a la de él y sabrá intuitivamente cuándo volver. Todo listo, cierre los ojos.»
...
Estaba en la playa, con el mar a su derecha y a su izquierda un sendero que serpenteaba paralelo a la orilla; allí la esperaba su hermano. Empezaron a caminar juntos, sin hablar, como cuando eran niños. La luz se intensificaba conforme avanzaban, inundándolo todo de blanco. «Tata, gracias por acompañarme.»
...
Abrió los ojos. Vio la habitación y el cuerpo inerte de su hermano en la cama. Y se sintió sola.
No podía ser casualidad que aquella mañana al abrir el portón de su casa encontrara Ana esas dos ramitas en el tranco de su puerta. Sobre la tierra levantada, junto al enorme socavón y los desconchones de la metralla que habían desolado su calle en tan pocos días, aquellas pequeñas flores y esas hojas verdes parecían venir desde una lejanía infinita. Ana pensó que las casualidades eran otra de esas cosas que se había llevado la guerra.
O quizá era la desesperanza lo que le hacía ver mensajes en todas partes, respuestas a la pregunta que escribió en un trocito de tela blanca y que habría pasado bajo cuerda entre manos agarrotadas por el miedo: "¿Cómo te encuentras, Ramón?".
Y aunque no entraba dentro de lo mínimamente razonable que el mensaje hubiera llegado a su destinatario, y siendo tan poco problable que su Ramón hubiera sobrevivido a aquella herida o incluso a aquella retirada entre el estruendo y la confusión, ella sentía que aquellas hierbas eran la respuesta y que él habría encontrado la manera de hacerlas llegar hasta su misma puerta.
Entregada a ese pensamiento estaba cuando llegó a casa de su tía, y una ráfaga de aroma fresco le llegó al abrir la mano y liberar las ramas sobre la mesita.
—Anda qué buena para la digestión. Cuando teníamos digestiones que hacer —le dijo distraída su tía mirando las hierbas de reojo mientras se secaba las manos en el delantal.
— ¿El qué?.
— La Mejorana que has traído.
Entro a la sala con un poco de pavor. Pero ahí está ella: firme, decidida, recibiéndome con la mejor de sus sonrisas. Cuánto tiempo, dice, y tampoco creo yo que haya sido tanto. Lleva un vestido ceñido, que acentúa sus curvas. Ven conmigo, sígueme. Tus deseos son órdenes para mí, pienso, y la sigo por un estrecho pasillo. Puedes acomodarte, me dice, y me siento. Abre tu boca, dice, y se acerca. Mucho. Muchísimo. Cada vez más. Sonrío. Sonríe un poco más, añade. Lo hago encantado. Abre la boca más. Hasta que pueda ver todos tus dientes, hasta que pueda ver tu garganta. Imagino un beso, unos labios en unos labios: la felicidad. Entonces, empieza con la limpieza de dientes. El sonido es infernal y yo recuerdo que esta no es más que otra maldita visita a la dentista.
Ir de casa en casa, violando la intimidad familiar, te pinta el cuadro social. El marido, que sabe perfectamente como reparar la avería, pero que hace el favor de contratarte; su mujer, que te da a entender que es idiota. Los chascarrillos sobre los vecinos, ignorando el hecho de que la rajada es recíproca. Últimamente, el inevitable chistecito sobre los fontaneros de la política. Se puede saber de qué pie cojean, señalando lo corruptos que son esos, o poniendo el énfasis en el todos son iguales. La enésima visita a las cloacas, solo para reafirmar los prejuicios propios.
No todo es polémico. Cuando piden pagar en b o consejos sobre tangar al seguro, hay consenso. Yo, complaciente, accedo a todo y les sugiero, de forma taimada, que soy de los suyos. En mi interior, me veo reflejado en esos otros fontaneros sobre los que pontifican, honrados mercenarios como yo.
Enero es tristeza. Es sentir que le has dado a tu vida un giro de 360 grados. Enero son los kilos que cogiste durante las fiestas, o peor: los que no cogistes. Enero es ese fichaje que hace tu equipo por haber planificado mal la plantilla en verano. Es la vigesimosegunda entrega de esos fascículos que empezaste a comprar el septiembre, y que ahora cuestan ocho veces más que el primero.
Enero es cuando empiezas a ahorrar para las vacaciones. Café caliente a oscuras, hielo en la luna del coche y sexo bajo una manta. Conciertos en auditorio, carteras vacías y promesas olvidadas. Niños cansados y adultos apesadumbrados.
Porque enero es como ese resfriado persistente que no se quita, o el olor a leña quemada que impregna la ropa. Sólo queda esperar a febrero y que, a lo mejor o por fin, podramos respirar aire fresco.
-¡No me chilles!
-¡Que no estoy chillando, sólo me estoy riendo! Porque hoy estás muy bonita……
-¿Lo dices en serio?- respondió arrobada. -Bueno, tú también estás muy guapo, ese pelo te queda muy bien.
-¿Te gusta? Me lo han puesto esta mañana, de una bufanda que había en el armario.
-Oye, pues ni tan mal, ese color rojo te favorece…
-Pues lo mismo que el jaspeado de tus ojos, te queda muy bien.
-Gracias, son de un abrigo antiguo, ya no se ven de éstos.
-Ni sin éstos, jajajaja.
-Qué tonto eres, jajajaja.
-¿Quieres venir a dar un paseo conmigo?
-¡Por supuesto! Pero habrá que pedírselo a ellos, ¿no?
-¡Pues claro, tonto! Chicos, ¿nos lleváis a dar un paseo?
-Por supuesto- dijeron tanto él como ella. Y se cogieron de la mano para irse a dar un paseo, mientras sus otras manos seguían con su conversación.
Dicen que el musgo sienta bien a los recintos abandonados, y que los pintores, especialmente los románticos, adoran esas ruinas verdosas impregnadas de niebla.
Y con esa esperanza vine hoy a este recinto nuestro de los relatos, pero no hay musgo que resista los cuarenta grados, ni niebla, ni siquiera tema de la semana.
Poco romanticismo se ha pintado representando un solazo de parrilla, gente sudorosa, y perros con la lengua fuera. Imaginaos a Drácula, acojonado en lo más hondo de su tumba. Imaginaos a Frankenstein, huyendo al desierto de Argelia en vez de a las brumas y los hielos del Norte. Nada cuadra, nada encaja en esos escenarios de calor.
Salvo el Infierno, claro. Pero esa ya sería otra historia.
menéame