Pezzo carico!
Era casi mediodía y la multitud se agolpaba para ver el disparo del cañón.
Pezzo pronto!
Pero yo solo lo veía a él, radiante de emoción.
Cinque!
Se tapó los oídos.
Quattro!
Se los destapó; ya era mayor para eso.
Tre!
Me miró nervioso y me apretó la mano.
Due!
Volvió la vista al cañón.
Uno!
Abrió la boca, como yo le había explicado.
Per Santa Barbara! Fuoco!
La expresión de asombro dio paso a una enorme sonrisa.
— Mamá, ¿puedes decirles que disparen otra vez?
— No, cariño, pero, si quieres, podemos volver el domingo que viene.