
...y cuando se despertó, el dinosaurio se había ido sin despedirse
«Amén» no es solo la última palabra de una oración, es también una llave que cierra y sella, un eco de obediencia o resignación, una firma espiritual sin posibilidad de réplica. Esta semana, la palabra que da título a nuestro concurso de microrrelatos coincide con el Cónclave, ese ritual antiguo y secreto en el que los cardenales del mundo se encierran bajo juramento hasta alumbrar a un nuevo Papa.
-Que no, que el informe es un maldito bulo de ese coronel de allí. Como sabe que lo vamos a defenestrar se ha montado el solito un lío de cojones...
-Entonces... ¿Nada de nada de esa esfera?
-Nada. El muy cabrón tiró de galones y llamó a dos contactos en Bruselas y otros en... no sé dónde...
-Mierda. Con la que hay liada.
-Ah, y no te lo pierdas, llamó al Vaticano...
-¿Para qué?
-A un cardenal papable amigo suyo.
-Pero para qué.
-Está jugando al billar. A este cabrón hay que meterle la bola negra en sus mismísimas troneras.
-Y el papable ese quién es... y qué pinta.
-Ni idea, es de Asia, luego me pasan el informe. Al final el maldito apagón se lo comen los iberos.
-¿Quién?
-Coño, los de la península ibérica.
-Ah, bueno los portugueses pintan poco.
-Y una mierda. Los mejores infiltrados, son la hostia.
-Bueno, entonces crisis superada.
-Crisis enquistada, que el papable es un broncas de la cuerda... de esa cuerda que es soga para nosotros.
-Nos cargamos al coronel ese y ya vamos viendo.
-Ya. Anoche lo llamé... ¿Y sabes lo que me dijo?
-¿A quién llamaste?
-¡Al coronel Smith-Roscoe!
-Ah, vale. ¿Y?
-Me dijo que “amén”... ese tipo planea algo. Manda a los tuyos y que lo traigan a casa, es-col-ta-do. Que ya tenemos bastante movida en casa con el “agente naranja”.
-¿Amén? Bueno... le vamos a dar “amén y bola negra” a la vez.
-¿Cómo se encuentra la paciente?
El jefe de turno en Urgencias preguntaba al residente mientras caminaba, prácticamente trotaba, ese servicio era un no parar: ambulancias con accidentados, una sala de espera llena de tobillos torcidos, niños con fiebre y mocos, llorando, abuelas quejándose de la cadera, algún indigente traído por la policía con síntomas de embriaguez severa… y era la primera semana del residente allí.
-Estable dentro de la severidad de los síntomas, doctor.
-Detalles, Alarcón, detalles…
-Fiebre, tos, dificultad respiratoria, dolor muscular, en la espalda, sobre todo, y dice encontrarse muy cansada.
-Eso parece una gripe. ¿La han tratado?
-Sí, pero no responde, ni siquiera a los antipiréticos.
-Hmmm… ¿Hay casos similares?
-Puede que en la sala de espera…
-Quiero una analítica completa, y trasládenla a A1.
-¿Aislamiento? Pero…
-Pero nada. Y vistan EPI para atenderla.
-¿EPI? Pero, doctor…
-¡Pero nada!
-Sí, doctor.
(28 de Enero de 2020)
Fueron saliendo: primero, un palestino, luego, otro, hasta completar en la plaza en la que comenzaría una historia mucho más fraternal.
Uno de los israelíes sonrió, con la más cínica de sus sonrisas. Seamos hermanos: sed Abel, nosotros seremos Caín. Así empezó la matanza.
Nacemos. Punto. Vivimos jugando hasta ser parte del sistema. Punto. Somos un engranaje de sistema hasta perdernos a nosotros mismos. Punto y aparte. Sí, hay una vida más allá, oscuros secretos que son parte de nosotros, secretos que es difícil contar… Puntos suspensivos. A veces, nuestras vidas son tan inútiles como un punto y coma, dos puntos: nadie sabe para qué sirven. Toda vida termina. Morimos. No hay más. Punto y final.
«Concéntrate en el punto —le dijo la voz interior con la que había dialogado durante su interminable naufragio—. No lo pierdas de vista ahora que, aunque insignificante, has logrado ver ese lugar en el que terminan todas las cosas. El final de tu deriva en el cosmos de las ideas está en ese punto categórico. Todas las palabras que has dejado atrás, las historias a la espera de desenlace, los axiomas que aún no son teorema, las noticias en curso, quedarán selladas cuando llegues a él. Mantén un rumbo firme y una velocidad constante. No aceleres el vehículo de tu pensamiento ni apresures tu llegada; no quieres aproximarte al punto girando sin control, arriesgándote a quemarte en la densa atmósfera del final. Hay que llegar a él con la paciencia del primer día, disfrutando del viaje, sabiendo que, más tarde o más temprano, la novela estará terminada.»
Iba a escribir algo, pero prefiero descansar.
Sin pedir permiso a nadie, creo este artículo siguiendo la idea que @daphoene tiene en este comentario 8:
meneame.net/m/microrelatos/vacui-dies/c08#c-8
La idea sería sugerir aquí un tema por comentario. Supongo que es buena idea limitar a una idea por usuario, para que nos lo pensemos más y sean de más "calidad". El que más votos positivos tenga el domingo 6 a las 23:59, será el tema de la semana del 7 al 13 de julio. El próximo viernes/sábado se puede abrir otro artículo como este.
Antes de que se me olvide, creo que el relato ganador de la semana pasada ha sido este:
www.meneame.net/m/microrelatos/yo-no-soy-racista-pero-9
¡Enhorabuena!
La idea sería sugerir aquí un tema por comentario. Mejor limitar a una idea por usuario, para no saturar de ideas. El que más votos positivos tenga será el tema de la semana. Como hoy ya es lunes 21, vamos un poco tarde para proponer temas y escribir un relato con el tema elegido. Así que, habrá que tocar de oído con fechas y demás. Sabiendo que son malas fechas (o buenas, que las vacaciones son vacaciones) para tener algo medio organizado. Ya diréis hasta cuándo dejamos que se pueda votar.
EDITO: Se puede votar y proponer tema hasta el MIÉRCOLES a las...23:59.
Por supuesto, si @La_patata_española tiene otra idea, no he dicho nada.
Rebuscando en el bolsillo del pantalón los 55 céntimos que cuesta el café, el pasillo largo, vacío, son las 7;45 de la mañana.
De camino al despacho de informática, dando sorbitos al café, se agradece que aún no haya gente por los despachos y/o pasillos, porque, seamos sinceros, nos jode mucho que nos llamen según vamos de camino a algún sitio, pero nos gusta que nos pongan cara de pena porque el PC les va lento y nos pidan a ver si podemos hacer algo, porque en el fondo, somos unos narcisistas excelsos.
8:03, toca el teléfono, el comentario se escribe solo "ya empezamos, pues pronto", una voz tenue, temblorosa y desconcertada al otro lado...
"Informática, dígame"
"hola, mira, soy la secretaria de Don fulano"
"Dime, en qué te puedo ayudar"
"Verás, es que esto está muy raro, todos los iconos del escritorio tienen el mismo nombre"
"¿Cómo?, eso no puede ser"
"¿Verdad?, pero te juro que todos se llaman igual".
"Déjame que me conecte", dame tu ID, lo tienes en la pegatina en el ordenador..."
"97658-02"
Después de unos instantes, en el monitor de soporte aparece la pantalla remota, y efectivamente, todos los "iconos" tenían el mismo nombre y la misma extensión, excepto un readme.txt. Con la confusión por cerebro, al abrir readme.txt, aparece un texto en inglés que viene a decir "Has sido infectado por el Ramsonware xxxx, sigue la siguiente URL para saber más y como recuperar tus archivos".
Podría haber sido un martes cualquiera, pero ese día, se desató el Armagedon en una de las empresas estratégicas nacionales y que sumió en un desconcierto total la logística de este país durante unas cuantas semanas.
Llegamos a la frontera unas semanas después de que Trump fuera proclamado emperador y allí estábamos, a las puertas del paraíso prometido. La guardia fronteriza habló con nosotros, nos dijo que teníamos que pagar aranceles. Por qué, fue la respuesta, si no llevamos nada. Estáis equivocados: tenéis que pagar aranceles por vosotros. Sois un producto. No os preocupéis, dijeron, hay recompensa: el mismo emperador os recibirá. Dimos todo el dinero que teníamos y sí, era verdad, Trump nos recibió con la mejor de sus sonrisas. Fue un encuentro breve: nos dijo que no habíamos pagado suficiente dinero y que su país no quería extranjeros. El emperador nos ha expulsado de su fiesta. Solo hay lágrimas y una avión que nos lleva a un lugar en que no queremos estar.
El objetivo común es que nadie es común y todos somos objetivos de todos los subjetivos. Que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.
Decimos adiós en las rupturas amorosas, al cambiar de trabajo o cuando fallece un ser querido. También cuando abandonamos nuestra comunidad favorita por trato «injusto». Es el momento de plasmar estas despedidas en nuestro concurso de microrrelatos, esperando que el ganador no se marche de Menéame sin antes despedirse...
Esta semana, en el concurso de microrrelatos de Menéame, nos adentramos en la oscuridad. Bajo el tema «El apagón», os invitamos a hacer un ejercicio de imaginación —o a relatar las experiencias recién vividas— cuando se apagan las luces. ¿Qué ocurre cuando la electricidad desaparece? ¿Qué secretos salen a la luz en medio de la sombra? ¿Qué miedos, qué revelaciones, qué conexiones inesperadas nacen en la penumbra? Tenéis hasta el domingo para enviar vuestro relato, breve pero contundente, capaz de iluminar con palabras ese instante en que todo se detiene.
¿Te has fijado alguna vez en cómo los noticiarios, los políticos o los comunicados de prensa llaman «caso aislado» a lo que ocurre con una frecuencia inquietante? Esta semana en el concurso de relatos de Menéame proponemos girar en torno a esa expresión, a medio camino entre la coartada y el eufemismo. Escribe un relato sobre uno de esos hechos excepcionales que se repiten sin cesar. O, si lo prefieres, entrégate al absurdo y construye un verdadero caso aislado: irrepetible, imprevisible, fuera de toda lógica. El relato es tuyo, el encubrimiento o la denuncia también.
Jerónimo era vidente. Todo empezó cuando tenía apenas seis años y soñó que su padre rompía el retrovisor del coche saliendo del aparcamiento del centro comercial. Cuando esa tarde sucedió, no pudo hacer nada para impedirlo, pero un escalofrío le recordó que su sueño era real.
Con el tiempo, había aprendido redirigir sus visiones: bastaba con pensar intensamente en algo justo antes de irse a dormir para soñar con ello. Le había resultado muy útil, primero con la lotería y luego con la inversión en bolsa. No se consideraba una mala persona y no veía por qué iba a ser inmoral aprovechar su don. Lo que nunca había sido capaz de ver era por qué, cada noche, aparecía una moneda de euro bajo su almohada.
El ratoncito Pérez era vidente.
Siempre que no quiero decir nada más añado puntos suspensivos. Deja en manos del lector rellenar lo que falta , aportar de su cosecha, imaginar como sigue... Si en vez de declarar nuestras lineas rojas, clasificar nuestros supuestos, dar referencias de nuestras fuentes dejáramos en manos del otro algo, y este dejara en nuestras manos un poco más el intercambio de ideas tendría otra dimension. Casi todo se daría por supuesto, y al mismo tiempo podrías alegar eso tan viejo de "ya te lo dije, recuerdas...?".
El punto y seguido hace las cosas interminables, las conversaciones nunca se resuelven, siempre hay algo más que alegar.
El punto y aparte es cortante, violento, demasiado definitivo. Acaba la conversación sin dar una segunda oportunidad
En cambio, los puntos suspensivos... Siempre puedes dejarlos en el aire y que otro los retome... O no
Todo aprobado, celebración en el parque... mi padre nos olió, y para evitar que nos viera, corrimos hacia la oscuridad. Lo conseguimos. Durante la carrera la rodilla hizo crack. La escayola del día siguiente rompió el sueño del interrail, de disfrutar de albergues como si fueran palacios.
Así que otro verano en el pueblo, viendo a los niños jugar en el lago, que al contrario que el océano, no tenía apenas olas ni marea. Al menos todavía no había reguetón. Aunque recuerdo con más claridad a la orquesta durante las fiestas (las mejores de la comarca, dicho sea de paso) con su son montuno hasta las 3 de la mañana.
Pero uno no es incorruptible al aburrimiento. A falta de propuestas más interesantes como hacer solitarios con una baraja española, me dediqué a la papiroflexia, así los podría liar en la oscuridad para no tener que huir como un narco.
menéame