- Seamos hermanos, dijo un israelí. Cambiemos el curso de la historia, todo el terror que nos ha traído hasta aquí.
- Deberíamos ser hermanos, sí, dijo un palestino. Abrazarnos todos, cambiar todo lo que hemos construido hasta ahora. Hacer un mundo mejor.
- Sí, salid de vuestras casas y acercaos. Brindemos por un mundo mejor.
Fueron saliendo: primero, un palestino, luego, otro, hasta completar en la plaza en la que comenzaría una historia mucho más fraternal.
Uno de los israelíes sonrió, con la más cínica de sus sonrisas. Seamos hermanos: sed Abel, nosotros seremos Caín. Así empezó la matanza.