He pensado mucho en la palabra mamones. Qué ironía más precisa, más cruel. Porque en esta historia, el cáncer no ha estado solo en los cuerpos, sino que ha crecido en los despachos con la complicidad de los que han mamado y maman de nuestro sistema público de sanidad —los que lo han ordeñado hasta dejarlo seco. Han chupado de la sanidad vaciando la pública de profesionales, exprimiéndola hasta dejarla en los huesos para engordar a la privada y seguir mamando. Luego han tenido el descaro de hablarnos de “errores humanos”. Mamones, sí.