La injusticia cometida sobre Gomez Arcos es insondable. Regresó a España con la llegada de la Democracia, pero la ingrata transición y los intelectuales que la poblaron no le permitieron hablar del pasado, de su experiencia en el exilio, de sus problemas con el régimen, de su vida al fin y al cabo. La transición no quiso recordar, solo mirar hacia delante. Le ningunearon y silenciaron. Desencantado, decidió regresar donde sí fue apreciado y querido, pero con un doble exilio. Tardaron 50 años en traducir su obra.