LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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El fiasco posmoderno

Es bien sabido que, desde un punto de vista filosófico, la posmodernidad irrumpió como la muerte de los llamados “grandes relatos”: las construcciones ideológicas que suministraban explicaciones omnicomprensivas de la realidad: las religiones, el patriotismo, el marxismo, el progresismo, etc. Todas estas construcciones ideológicas eran, huelga decirlo, mortalmente serias . A partir de los años setenta del pasado siglo la posmodernidad introdujo un elemento de juego, de aleatoriedad y de cinismo en un mundo en el que la Verdad había implotado, y en el que los metarrelatos daban paso a una miríada de microrrelatos, todos ellos tan válidos como irrelevantes. Conviene tener presente que la posmodernidad filosófica se define, ante todo y por encima de todo, por los juegos de lenguaje . Desde sus presupuestos casi todo se reconduce a una cuestión de semiótica , al libre juego entre el significante y el significado , a la desacralización del lenguaje, que se ve expuesto como envoltura retórica con infinitos niveles de lectura. Nada hay, por tanto, que pueda salvarse de la quema: todo es susceptible de ser deconstruido en inacabables juegos lingüísticos con un horizonte de autonomía absoluta desde el momento en que ninguno de ellos remite a una realidad trascendente .

Toda esta cocción deconstruccionista –cuyas cabezas pensantes serían conocidas en América como la “french theory”– pasaría a proporcionar, en los años setenta, cierta credencial teórica al vendaval de gamberradas y de provocaciones que pasó a alojarse bajo el nombre de contracultura . Tomando el relevo de los situacionistas de los años 1950 y 60 (que estaban todavía lastrados de utopismo marxista) los “jóvenes airados” de la posmodernidad se alzaban sobre la quiebra del sistema valorativo burgués, al tiempo que cabalgaban las angustias e incertidumbres de la nueva sociedad posindustrial. En cierto modo estos jóvenes representaban la inversión nihilista y sarcástica del activismo progresista de 1968. Con la llegada de la posmodernidad, los dogmatismos ideológicos cedían el paso a una época en la que los punk se adornaban con esvásticas (corte de mangas al establishment de la Segunda Guerra Mundial), en la que las bandas de rock tenían nombres fascistas o anarquistas –Joy Division , New Order , Durruti Column –, en la que el “sex pistol” Sid Vicious disparaba sobre el público en un concierto y en la que el rockero Alice Cooper anunciaba que iba a colgar a un enano en el escenario. Provocaciones que hoy serían imposibles, pero que entonces a nadie se le ocurría tomar demasiado en serio. Al fin y al cabo, todo era una gigantesca broma –los punk eran compulsivos bromistas (pranksters )–, una distorsión irónica entre significantes y significados. Siguiendo la semiótica posmoderna todo parecía indicar que, al negarse la univocidad y la objetividad del lenguaje, al reivindicarse su inagotable polisemia, se llegaría a un estadio de libertad absoluta en que sería posible decirlo todo, cualquier cosa, anything goes . Y sin embargo …

Sin embargo, sucedió justamente lo contrario. Al cabo de dos décadas un nuevo puritanismo –la corrección política– desencadenó una purga inquisitorial sobre el vocabulario; listas enteras de palabras quedaron proscritas, malditas, para ser sustituidas por una una orwelliana “Nuevalengua” destinada a blindar los dogmas del sistema. La risa pasó a contemplarse con desconfianza, en cuanto casi siempre es irrespetuosa, suele ser cruel y es además susceptible de ofender a alguna minoría. Por eso la risa pasó a enlatarse en las fórmulas previsibles y pasteurizadas de los guiñoles televisivos y del “entretenimiento informativo” (infotainment ). Las sofisticaciones posmodernas cedieron al paso a un furor moralista y justiciero que todo lo invadía y que no toleraba ambigüedades. La empresa positiva de unificación benéfica de la humanidad no tolera bromas fuera del guión: autocensura y vigilancia, todos somos pecadores.

¿Eso era, a fin de cuentas, la posmodernidad? Si en sus inicios ésta se presentaba como un horizonte de posibilidades infinitas, desde el punto de vista de las libertades concretas –libertad de pensar, libertad de disentir, libertad de crear, libertad de provocar– el experimento desembocó en todo lo contrario: en el Imperio del Bien (Philippe Muray) con sus devotos, sus capillas y sus “ligas de la Virtud”. Un monumental fiasco. Cabe por tanto preguntarse si la posmodernidad –que al fin y al cabo anunciaba el fin de los “grandes relatos”– no fue adulterada o traicionada, hasta ser reconducida hacia un nuevo/viejo “gran relato” progresista, biempensante y mundialista, nada cínico y mortalmente serio.

Adriano Erriguel

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Ética del trabajo

Si no puedes, te ayudamos; si no sabes, te enseñamos; si no quieres, te obligamos. 

Movimiento Obrero Soviético

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Sobre putas y puteros

¿Pero quién hace más mal,

aunque cualquiera mal haga?

¿La que peca por la paga

o el que paga por pecar?

Sor Juana Inés de la Cruz

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Sospechosa democracia

Te voy a revelar algo que te va a sorprender. En los días de mi propio poder tuve una vez una comida en el Elysée; enfrente de mí tenía a un profesor francés de sociología. Tras el discurso de Giscard d’Estaing me contó que un par de alumnos suyos durante la campaña electoral habían colgado los carteles con los retratos de Giscard y Mitterrand en un pueblo rural retrasado de Tailandia. El pueblo de ahí no había oído nunca hablar de ellos y nadie sabía leer lo que ponía en los carteles. El día de las elecciones presidenciales los dejaron votar, ¿y qué crees que ocurrió? El resultado coincidió exactamente con el de Francia. Eso entonces nos hizo reír, el profesor lo consideró un buen chiste y no creo que jamás se haya atrevido a sacar la terrible consecuencia que de ello se deduce.

El descubrimiento del cielo. Harry Mulisch

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Responder a la ideas de autoyuda

—Vive como si cada día de tu vida fuera el último.

Si viviera así, ya hace tiempo que estaría en la cárcel...

Feindesland. Cada tela teje su araña.

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La trastienda de la revolución

La necesidad de destruir es aún más poderosa que el deseo de construir… ¿Para cuántos de nosotros, la revolución, antes de ser una obra de transformación social, es primeramente la oportunidad de saciar una necesidad de venganza, la cual encontraría una satisfacción embriagadora en la revuelta, en el motín, en la guerra civil, en la conquista brutal del poder? ¡Qué delirio de represalias el día en que, gracias a una victoria bien sangrienta, pudiéramos imponer a nuestra vez nuestra tiranía: la tiranía de «nuestra» justicia!

Los Thibault. Martin Du Garde

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William B. Yeats

El tiempo se hunde en decadencia

como una vela consumida,

y a las montañas y bosques

les llega el día, les llega el día;

pero tú, amable turbamulta antigua

de los estados del ánimo nacidos del fuego,

tú no desapareces.1

(1893) Willian B. Yeats

[Time drops in decay | Like a candle burnt out, | And the mountains and woods | Have their

day, have their day; | But, kindly old rout | Of the fireborn moods, | You pass not away].

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Saber quién manda...

Cuando yo uso una palabra –dijo Humpty Dumpty en un tono desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más ni menos.

– La cuestión –insistió Alicia– es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

– La cuestión –zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda… Eso es todo.

A través del Espejo. Lewis Carroll

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Sum: Cuarenta historias desde la otra vida

Microbio

No hay vida después de la muerte para nosotros. Nuestros cuerpos se

descomponen al morir, y los microbios que viven en nuestro interior se

trasladan a lugares mejores. Esto puede llevarte a pensar que Dios no

existe, pero te equivocas. Es simplemente que Él no sabe que existimos.

No nos conoce porque estamos en la escala espacial equivocada. Dios es

del tamaño de una bacteria. Dios creó la vida a su imagen y semejanza;

sus congregaciones son los microbios. La guerra crónica por el territorio

del huésped, la política de la simbiosis y la infección, el predominio de

las cepas: éste es el tablero de ajedrez de Dios, donde el bien se enfrenta

al mal en el campo de batalla de las proteínas de superficie y la

inmunidad y la resistencia. Nuestra presencia en este escenario es algo

así como una anomalía. Dado que nosotros, el fondo sobre el que viven,

no dañamos los patrones de vida de los microbios, pasamos

desapercibidos. No hemos sido seleccionados por la evolución ni

captados por el radar microbiano. Dios y sus componentes microbianos

no son conscientes de la rica vida social que hemos desarrollado, de

nuestras ciudades, circos y guerras; son tan ajenos a nuestro nivel de

interacción como nosotros al suyo. Nuestra muerte pasa desapercibida y

no es observada por los microbios, que se limitan a redistribuirse en

otras fuentes de alimento. Así que, aunque se supone que somos la

cúspide de la evolución, no somos más que el sustrato nutricional.

Tenemos un gran poder para cambiar el curso de su mundo. Imagina

que eliges comer en un determinado restaurante, donde pasas

voluntariamente un microbio de tus dedos al salero a la siguiente

persona sentada a la mesa, que por casualidad embarca en un vuelo

internacional y transporta el microbio a Túnez. Para los microbios, que

han perdido a un miembro de su familia, éstas son las formas

desconcertantes y a menudo crueles en que funciona el universo. Buscan

respuestas en Dios. Dios atribuye estos acontecimientos a fluctuaciones

estadísticas sobre las que no tiene control ni comprensión.

DAVID EAGLEMAN

menéame