Hubo un tiempo en que la literatura no solo servía para entretener. Hubo un tiempo donde los señores, los comerciantes y los eclesiásticos —las élites, en suma— se guardaban de tener un bagaje humanístico. Y esto no era por mera pretenciosidad: esos conocimientos eran herramientas que les permitían imponerse a sus contendientes, ya fuese en el mercado o en las intrigas palaciegas. Durante siglos, la literatura ha sido, por un lado, el enemigo del poder y, por otro, la herramienta de los poderosos. El mismo Platón …
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