El problema de Occidente no reside tanto en el estado al que ha conducido al mundo, sino en el epistemicidio que ha provocado a lo largo de su trayectoria histórica, es decir, en los conocimientos y experiencias del mundo que ha destruido activamente para imponer su dominación y neutralizar cualquier resistencia. Esta destrucción no ha sido sólo de cuerpos y modos de vida. Ha sido también la destrucción de conocimientos, sabiduría y ética, de formas de convivencia entre personas y naciones, de culturas de relación con la naturaleza,