En España, las protestas, e incluso los ataques extremadamente violentos a centros de menores, no son algo nuevo. En realidad, como un insidioso goteo, se van reproduciendo desde principios de la década de los 2000 y han escalado estos últimos años. En 2001, en Loiu (Vizcaya), un encapuchado lanzó un cóctel molotov contra un centro, pero se han multiplicado en los últimos años por buena parte de la geografía española. En 2019, en el centro de menores de Hortaleza (Madrid) apareció una granada de mano que no llegó a explotar.