Es casi imposible que la voz del profesor llegue a los alumnos de forma nítida. Lo normal es que en el aula resuenen los murmullos de los niños, el movimiento de las sillas, risas ahogadas, estuches de lápices que se abren... pero ese ruido no impide que el mensaje del maestro llegue a sus destinatarios, ya que la mayoría de los escolares posee la capacidad de separar sus palabras del resto de los sonidos. Sin embargo, los disléxicos no realizan correctamente ese proceso de separar lo accesorio de lo esencial cuando reciben señales auditivas.
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