Situada en las ruinas de la sala del trono de Asarhaddón en el yacimiento de Nabi Yunus en Mosul, parte de la antigua Nínive, se cree que esta colosal escultura es el lamassu más grande jamás registrado. Más que una maravilla arqueológica, es un emblema excepcional de la grandeza imperial asiria y un posible punto de inflexión en el estudio del patrimonio mesopotámico.
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Sería bonito que los griegos robaran alguna obra importante en Inglaterra, de algún museo británico, y como rescate pidieran a cambio los frisos del Partenón.