Nunca les votaría. Ni a Rubalcaba ni a Rajoy. Por tanto éste no era mi debate. Era solo un debate. El del continuismo y la mediocridad: un tibio cara a cara entre los decrépitos representantes de dos partidos políticos en descomposición, que centran sus esfuerzos en prolongar sus estatus, en acceder al poder de manera alternativa (para que nada cambie), en hacer del bipartidismo una forma hedionda de democracia.
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