Hace no mucho más de una década era impensable que un videojuego por el que se había pagado más de 10.000 pesetas pudiera estar incompleto. Troceado, con sus partes más jugosas vendidas como extras de necesaria adquisición para disfrutar de una experiencia completa. Hoy, está empezando a imponerse como práctica habitual. La industria presentó la llegada de las plataformas de descarga digital Xbox Live y PSN como un Santo Grial.
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