Siempre he pensado que el Diostodopoderoso de la Iglesia era justamente eso: todopoderoso; vamos, que podía con todo y que jamás se dejaría acobardar por una simple gripe. Por esa razón, la noticia de que la Conferencia Episcopal vaya a adoptar una serie de medidas para que no se propague la enfermedad en la propia casa del Señor, me ha dejado hundido.
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