Hace 11 años | Por mendia a politica.elpais.com
Publicado hace 11 años por mendia a politica.elpais.com

[...] habrá que considerar que ni siquiera la más grave crisis económica conocida ha podido con el impulso inversor del tren de alta velocidad, convertido en un icono de la democracia española: podrá haber recortes en Sanidad y Educación, podrán bajar los sueldos de los funcionarios y congelarse las pensiones, pero no habrá impedimentos para este tren, cuya partida para este año supera los 3.000 millones de euros.

Comentarios

D

Todo sea por conectar la metrópolis con la periferia del Reino. ¿Qué más da que las empresas cierren porque no pueden sacar las mercancías por tren? ¿Qué más da que los cercanías tengan accidentes debido a la falta de mantenimiento y a la saturación de la ya recortada y paupérrima red? ¿Qué más da que se cierren servicios de media distancia porque no hay nadie que pueda coger un tren con una o dos frecuencias diarias?

Es una estrategia bien clara para no crear riqueza sinó trasladarla hacía el centro a base de ahogar la periferia: es la construir España con lazos de acero (Jose María Aznar).

c

podrá haber recortes en Sanidad y Educación, podrán bajar los sueldos de los funcionarios y congelarse las pensiones, pero no habrá impedimentos para este tren, cuya partida para este año supera los 3.000 millones de euros

el trayecto es comercialmente insostenible: en el mejor de los casos (a partir de abril) serán nueve horas de viaje, media hora menos que el trayecto ahora mismo.

m

El Madrid-Sevilla (con 20 años de vigencia) suma un promedio de uso de 14.000 pasajeros por kilómetro, algo más que el Madrid-Barcelona (9.000), pero muy lejos del París-Lyon (59.000), el Colonia-Fráncfort (51.000) y no digamos el Tokio-Osaka (235.000). Simplemente para justificar sus costes operacionales, un recorrido debe tener una demanda de entre 6,5 y 8 millones de pasajeros al año y ninguno de los corredores españoles cumple con ese ratio.

D

En España, el retorno de la inversión en AVE se mide en votos, nada más. Qué desgracia de país.