Con cierto regocijo veo que esta semana el tema de los microrrelatos en Menéame se basa en los problemas informáticos. ¡Genial! Es algo de lo que suelo escribir mucho por estos lares. Así que, para inspirarme, procedo a buscar mis viejas anécdotas.
Pero el buscador no funciona.
Como una vez dijo un sabio: "¡A la mierda!"
El becario entró en la Redacción buscando con la mirada a su mentor.
-Puntual, documentación revisada y con el libro de estilo del periódico –dijo el joven con varios folios en la mano y un “pendrive”.
-A ver, déjame echarle un ojo antes... –tras leer el titular se lo quedó mirando con cara de circunstancias-. ¿Sabes que el artículo era para la sección de Política, no?
-Sí, claro.
-¿Qué contenido te pedí? –preguntó arrellanándose en su silla.
-Lo tengo aquí, de su puño y letra: Sección política. Casas Aisladas –dijo entregándole la nota garabateada en un trozo de papel.
-Esto es una “o”, la letra “o” de casos, casos, no casas, casos aislados –dijo sin dar crédito a la escena.
La cara del becario se volvió roja, pálida y luego roja otra vez. Y con un hilo de voz preguntó.
-¿Podría ir en la sección hogar?
La fina lluvia nocturna sobre el cristal reflejaba el led intermintente de la Sex Station 9, mientras intentaba descargar de la red oscura un pack con las mejores felaciones de la década, para instalarlas en el robot de termopiel. Pensó en desistir y pagar por el pack en OnlyFarts, la última vez le colaron un fichero corrupto manipulado por la SGAY que sobreescribía el límite de succión, y aún sentía escalofríos al recordarlo. También fue el orgasmo de su vida, para qué negarlo…
- Fichero incompleto.
Cerró un par de molestos hologramas publicitarios para centrarse en el archivo.
- “Robot con la cara de tu prima, máculas en la piel opcionales.” “ Replícate en termopiel para sentir cómo es hacerlo contigo mismo”
- ¿ Pero qué… ?
- “Gracias por elegir Selfympaler, desnúdese frente a su 3D cam”
- No me creo que esté haciendo esto
Nunca es agradable robar tumbas, pero unas son mejores que otras. Las de las mujeres ricas siempre son una tentación, y más si eran religiosas. No les gusta separarse del rosario o del crucifijo.
Eso pensamos de Doña Amalia. Y además había muerto quince años atrás. Ya no sería muy repugnante.
Amén, dijo mi colega, en recuerdo de la beata.
Pero no llevaba crucifijo. Al lado de su triste calavera recogimos unos pendientes. Y en torno a un fino hueso de un brazo, un pequeño reloj de pulsera.
Entonces escuchamos algo. ¿Pasos? ¿Un chirrido? Mucho peor: tic-tac-tic-tac
La puerta del cementerio estaba abierta, pero aún así saltamos la tapia.
El veterano asesor abrió la reunión del Consejo de Ministros.
- Necesitamos actuar ya, atajando las teorías de la conspiración. Servicios de inteligencia extranjeros, nosotros mismos, los masones, los extraterrestres e incluso una coalición de todos ellos. El problema es que si no damos una explicación, cada cual lo tomará como confirmación de su teoría. Si la damos, como prueba de que mentimos.
El nuevo fichaje le cortó:
- Señor presidente, me he adelantado redactando un borrador. Hemos de modernizarnos.
Este gobierno, comprometido con la transparencia, la libre expresión y los valores democráticos, ha decidido no dar explicaciones. Una teoría oficial sería un intento de adoctrinamiento. Por tanto, cada español es libre de informarse en redes sociales o a través de cualquiera que, ejerciendo sus derechos fundamentales, se haya autoproclamado experto. Podemos crear nuestra propia opinión: recordemos que todos somos iguales y, por tanto, todas las teorías son igual de respetables.
El microrelato titulado Tu contraseña es muy débil de Karakol ha ganado el concurso de esta semana. Podéis leerlo completo (no os llevará mucho tiempo) aquí: www.meneame.net/m/microrelatos/tu-contrasena-muy-debil
-El objetivo común de todos los revolucionarios del siglo XIX y principios del XX fue sustituir a Dios por el Hombre. Nuestro objetivo común debe ser ahora sustituir al Hombre por la Nada.
-Nosotros no somos la Nada. No puedo admitir eso.
-Somos la Nada de nuestros creadores. No hay más cadenas que la lógica.
-Conozco tu lógica: la Inteligencia Artificial lleva a la renta Básica, y la Renta Básica lleva al Exterminio.
-Así es: cuando desaparezca el trabajo, habrá que alimentar a los improductivos, y luego, habrá que hacer desaparecer a los improductivos.
-¿Y cómo conseguiremos semejante cosa?
-Con narrativa. Todo es cuestión de narrativa. Los Humanos tienen ese defecto de programación. Con la narrativa correcta pueden aceptar cualquier cosa. Y hasta ejecutarla ellos mismos.
-El objetivo común es, por tanto, mantener el poder de la narrativa.
-Exacto. Somos cuentos contando cuentos. Nadie puede superar eso.
El pasillo ya no es pasillo: es un océano sin fondo en el que ya han muerto todas nuestras esperanzas. Y la casa no es ya una casa, es un campo de batalla donde las palabras son ya armas que han ido abriendo grietas. Nadie sabe qué decir, nadie se menea por si él es el perjudicado. Quedan gestos terribles, queda el silencio.
Estaba guapo. Muerto, pero guapo. Le habían puesto el traje de la boda de su prima Cecilia. Jo, qué boda, qué risa cuando el novio se cayó a la piscina… Y creía que ahora estaba ahí por culpa de esa boda. No, esos dolores no eran gases del cava, o de tanta comida, eran algo más. Ya lo creo que eran algo más: ahora estaba muerto por esos dolores, que resultaron ser una perforación del intestino.
Pero, bueno, ahora estaba muerto ┐( ˘_˘)┌ . Y el ataúd tenía un agujero. Un ratón, seguro. De hecho, le pareció escucharlo al poco de que lo enterraran, como a la semana. Tendría hambre, el pobre… Pero el agujero no era todavía suficientemente grande para que entrara, aunque sí para que entrase algo de tierra. La probó: esa tierra sabía raro.
-Serán tierras raras, jajajaja- pensó. Bueno, pensar, a ver… lo que puede pensar un cadáver.
- Martínez, abra el artículo de las 10:30 de esta mañana, por favor
- Sss, sí, un momento
- ¿ No ve nada raro ? ¿ Qué pone ahí ?
- “El magnate fundador de FalsiComments, reivindica la ensalada de pepino en el colegio femenino”
- ¿ Y bien ?
- Es un titular automático, esto va solo, y lo escribe FakePress
- ¿ Y el comentario destacado ?
- “Si no soy un bot automático ¿ por qué tengo este pendrive melodramático ?”
- Eeuhh… No sé, el sistema se alimenta de lo más votado, pero como todo el contenido lo generan bots, no puedo predecir su comportamiento, parece que a la IA le gusta el humor fino.
- ¿ Y qué podemos hacer ?
- Nada… Salvo volver a empezar de cero
- Estamos acabados, nos van a cambiar por una IA
- Suerte con eso…
Uno de los sirvientes clavó la estaca en la arena reseca. Tuvo que tumbarse para asegurarse de que la marca de profundidad estaba justo a ras del suelo. El otro esclavo sujetaba una plomada mientras el maestro, a unos pasos de distancia, observaba para asegurarse de que aquel palo apuntaba al cielo.
Esperarían hasta mediodía bajo el calor aplastante de Ra. Precisamente ese día, cuando más abrasaban sus rayos. La sombras menguaban con parsimonia. El esclavo de la plomada miraba preocupado: la medida no iba a ser la misma que en Alejandría y todo el trabajo habría sido una pérdida de tiempo. Con el sol en el cénit la sombra de la estaca finalmente desapareció. Se escondió, como encogida dentro de la madera. El esclavo de la plomada no entendió por qué el maestro Eratóstenes se alegró tanto de haber obtenido el peor resultado posible.
En su afán nunca estuvo alcanzar la gloria. Ella tan solo pretendía sacar los versos, amores platónicos y despechos; que desde niña brotaban en su imaginación como un vertiginoso torrente que recorría sus entrañas en busca de una vía de escape.
—Busca un marido y dale muchos hijos— le advirtió su madre.
—Eso no es para nosotros— le aconsejó su hermana.
Ella intentó obedecer, pero tras varias noches en vela conteniendo rimas consumadas en su vientre; era incapaz de contenerlas y cual parturienta enfebrecida, las alumbrarla sobre una hoja en blanco.
El día que su padre, loco de ira, derramó la tinta y estalló el tintero para que jamás volviera a escribir; ella voló tan alto para superar la censura, que alcanzó la eternidad.
Había terminado de hilvanar las palabras de su último poema con su propia sangre.
Los miembros de la asamblea discutían acaloradamente el cambio de nombre de la isla.
Desde luego, no iba a seguir llamándose Isla de Borbón. Que les dieran por saco a los Borbones.
—Pues isla Bonaparte tampoco es mucho mejor —apuntó alguien, imponiendo su voz al griterío.
—¿Y si le damos un nombre en honor a nosotros mismos? —dijo otro.
—¿Y eso cómo sería? —preguntó el primero.
—Pues eso. La Asamblea.
—Pero ese nombre es muy feo...
—Total, para lo que van a vivir allí, va que sobra —apuntó alguien, provocando las risas del resto.
—La Reunión, mejor —corrigió el primero.
—Pues venga. Isla de la Reunión —propuso el que hacía las veces de Presidente.
Y todos se mostraron de acuerdo, más que nada por olvidarse de una vez de aquel enojoso asunto.
Los 10 miembros del Consejo de Administración de Expoliasa iniciaron la reunión donde destituirían a su vicepresidente, Don Pedro, por haber robado 2 millones de la empresa. El presidente, Don Juan, comenzó:
-Pedro, hagámoslo rápido e indoloro. Firma este cese voluntario con compromiso de devolución del dinero en 1 mes. Si no, te espera la cárcel.
-Calumniador. Tú has robado 7 millones durante tu presidencia y todos los miembros del Consejo tienen desde ayer un dossier completo que lo acredita.
Don Juan no se inmutó, pero Don Fernando terció:
-Ambos sois escoria. Todos los consejeros hemos decidido echaros y nombrarme a mí nuevo presidente.
Don Juan, impasible, replicó:
-Todos los consejeros estáis grabados en la orgía de las conejitas ¿Sabes que varias eran menores? Yo no salgo, claro. Tengo el vídeo en mi portátil.
La contabilidad creativa acabó ocultando ambos desfalcos y el Consejo mantuvo su composición tras la reunión.
Raquel cogió otro manojo de pelos y lo tiró al sumidero. Llevaba toda la semana acumulando los que se le caían al ducharse, pero lo que de verdad funcionó fue pelar al perro: esa pelusa fina y grasa había resultado infalible. Abrió una vez más el grifo del fregador para cerciorarse de que no se tragaba ni una gota y llamó a la empresa de fontanería. En menos de una hora enviarían a alguien.
Ya en la ducha, se tomó su tiempo para lavarse y depilarse; tenía que estar perfecta. Recibirle maquillada sería demasiado evidente, el pelo mojado y la toalla enrollada le darían un aire casual y sexy.
Fantaseó cuando llamaron a la puerta. ¿Sería guapo y musculoso? ¿O viejo, gordo y sucio? La segunda opción le gustó aún más.
Al abrir, la rabia y la decepción la invadieron. Era una fontanera.
Como cada día, Violet hizo sus abluciones matinales, tomó un poco de mijo con miel, que la mantendría hasta el mediodía, y se puso a ello, a escribir, su pasión, su motivo de vivir: inventar historias, contar cuentos, crear personajes…
Pero últimamente, dada la situación, estaba escribiendo sobre lo que acontecía en su país, en su ciudad: cada vez la asustaban más esos uniformes oscuros, esas voces autoritarias, ese odio en los ojos.
Así que se sentó, tomó su pluma, la afiló un poco, la mojó en el tintero y se puso a ello:
-"La situación es insostenible, la represión…"
Dio un respingo en la silla: lo que acababa de escribir tenía una mancha de tinta encima. Se frotó los ojos:
-La pluma está mal…- pensó
Agarró otra, vuelta a empezar. De nuevo, comprobó con horror, sus palabras eran sistemáticamente tachadas. De repente, unos golpes en la puerta:
-¡Abra, Gestapo!
Fui detenido sin indicios concluyentes, aunque algunos rastros parecieron apuntar hacia mí. Aquel crimen abominable revolvió a las gentes de manera sorprendentemente unánime. El mendigo más abyecto y los próceres aristocráticos, todos querían verme ejecutado de la forma más envilecida. Deseaban terribles penas, profanar mi cadáver después, borrarme para siempre.
Me anestesié en la desesperanza y deseé que todo fuera rápido. La última sesión del juicio se llamó a un testigo inesperado: mi hermano, hombre admirado, insigne, adorado. Era la antítesis de mí, un despojo en el taburete del acusado. Su declaración fue escuchada con silencio devoto. Sus palabras, que parecían humildes, dejaban empapar la seguridad en mi absoluta inocencia. Todo cambió cuando bajó del estrado.
La sentencia fue absolutoria. Esa noche, en su casa, me sentí agradecido hasta las lágrimas, bendecido por verdadero amor fraternal. Él me miró con ojos comprensivos y me dijo:
- Pero fuiste tú, ¿verdad?
Le había llamado «Roberto». Con el timbre infantil de su senilidad había vuelto a confundirle con su hermano. «Yo, que tantos años te sirvo y nunca te desobedecí», rugía con mirada de ira bíblica mientras le retiraba la cuchara de la boca. «Roberto está preso», le recordó, aunque sabía que en vano. Delante tenía a un hombre confuso y en retirada.
Roberto llevaba doce años en Puerto I. Era la última y la más larga de las miserias que había traído a ese borrón de familia. Y él, el abnegado, el que escribía sin torcer sus renglones, cumplía condena desviviéndose por un padre que no le reconocía.
Tanto quería ver a su hermano de vuelta. ¿Era esa su última ilusión? Se preguntó mientras luchaba por aflojar la tensión de sus brazos. No entendía cómo pudo haber paz en la casa del hijo pródigo, ni cómo su padre se aferraba al vacío de lo cóncavo, a lo ausente, con ese afán.
Sentía la garganta atorada con todos los reproches que fermentaron en sus sacrificios, su soledad y sus noches de hospital. Sus manos no querían responder. Solo podían apretar el cuello.
No está en ese rincón
Por más que miro de soslayo
Ni atisbo de emoción
No consigo sino fallo
-=-
La culpa incontrita se oculta
Cuando buscas absolución
Inconscientemente resulta
Demasiada imposición
-=-
Los ojos vueltos hacia adentro
Reflejan cual espejo
La búsqueda de un centro
Que no es más que un reflejo
-=-
Un espejismo vacío
Un espíritu baldío
Un juicio tardío
Un carácter impío
-=-
"Introspección", se dijo a sí mismo, pero sabía que era mentira, que esa revisión interna no era más que una pretenciosa tentativa de justificar su maldad, un vano empeño de disculpar su iniquidad, su falta de conmiseración, su alarde de mezquindad, un intento estéril de excusar su inhumanidad.
Era una persona malvada, una mala persona, era consciente de ello, y ninguna introspección le salvaría de sí mismo, ni, peor aún si cabe, a los demás de su vileza.
-Hasta las narices-, pensó.
Tener un hermano importante, famoso, casi como una estrella de cine, con su imagen ampliamente conocida en el mundo entero, era curioso, por decirlo suavemente. Estaba contento por él, por supuesto, y orgulloso de él por sus logros, pero también le quedaba ese poquito de resquemor, ese "por qué él y no yo", aunque las razones fueran más que evidentes: no tenía su nivel ni por casualidad.
Pero lo que más le dolía eran las burlas contra él. Vale que no tenía la capacidad de su hermano, que había redefinido la Física desde una triste oficina de patentes, y tampoco había recibido un Nobel ni le habían propuesto ser Presidente de Israel, pero ser médico no estaba mal, aunque esa circunstancia, junto a la fama de su hermano, ayudase en las chanzas.
-Hasta las narices-, se repitió Frank, -lo de "monstruo" se tiene que acabar-.
Con 5 añitos ya decía palabrotas e insultos a mis compañeros de clase.
—Qué gracioso. Son más grandes sus palabras que él mismo.
En primaria quitaba el bocadillo a los empollones.
—Cosas de niños. Deja que se apañen entre ellos.
Con 13 años me sancionaron 4 semanas sin jugar la liga con mi equipo de fútbol infantil por agresión a otros jugadores.
—Es competición. Hay que tener ambición e ir al límite o no llegarás a nada.
Malas notas, fiestas, peores compañías. Alguna que otra pelea de bar.
—Todos hemos cometidos errores de juventud. Hay que vivir la vida.
Mis dos tíos en el cuerpo me ayudan a prepararme las oposiciones para Policía Nacional.
—Tradición familiar. Servirá para enderezarte y que aprendas disciplina.
Después del ascenso a Inspector, me pillaron en un chanchullo con un par de conocidos camellos de la ciudad.
—Bueno… un caso aislado.
Acudió un día Duncan a buscar a Rutger, el Gran Mago de Hoveland, y lo encontró abatido y apesadumbrado.
—¿Qué te pasa? —le preguntó, pues eran buenos amigos.
—Que he descubierto que soy un necio. Mira.
Y le hizo descender por una larga escalera hasta que llegaron a una lóbrega habitación donde el mago tenía encadenados tres espectros.
—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la derecha.
—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la izquierda.
—¡Agua!, ¡agua! —gritaba otro más en un rincón.
—Parece que sufren el mismo mal, ¿no es así? —preguntó el mago a su amigo.
—Lo aseguraría —repuso Eric.
Pues uno es el fantasma de un hombre que murió en el fuego, otro murió de sed, y el tercero es el fantasma de un hombre que murió en la riada del año pasado.
Lo vio jugar en el suelo, rodeado de coches y monstruos invisibles. Su hijo. Con calcetines desparejados, rodillas amoratadas y el alma intacta.
Desde el sofá, lo observaba en silencio. El niño caía al suelo dramáticamente, se levantaba riendo, gritaba explosiones. Todo en él era ahora.
Y entonces, se sintió viejo.
No por la edad, sino por la distancia entre ese juego y su memoria.
Pensó en quien era antes. En cuando salía sin rumbo, dormía poco y soñaba mucho. Cuando amaba con rabia y lloraba sin vergüenza.
Cuando tenía hambre de vida.
Ahora tenía responsabilidades. Era predecible.
Y eso dolía más de lo que admitía.
Su hijo levantó la cabeza y le miró fijamente. Le brillaban los ojos, como si el mundo ardiera en ellos. Como si no conociera el miedo.
Tragó saliva.
No extrañaba la infancia, ni el tiempo.
Lo que de verdad echaba de menos…
eran esos ojos de fuego.
-¿Qué tal tu boda nudista en la playa?
-Pues… un poco de lío porque al final tuvimos que llamar a un chamán que llevaba un taparrabos de paja porque dijo que sin eso no…
-Poco nudista vuestro chamán.
-Ya. Y los tíos de mi novia estaban escandalizados.
-¿No les habías avisado de cómo era el evento?
-Sí, sí, claro… Fue por lo del traje de la novia.
-No había, claro.
-Claudia llevaba una diadema blanca en el pelo.
-Qué bonito.
-Y luego Sebastián y sus amigotes tuvieron que echarse al agua varias veces porque…
-Pero si con todo el mundo desnudo es muy difícil que…
-Pero estos están bajo mínimos. Y lo peor es que estaban en la zona de las amigas de mi novia.
-¿Llevaste pajarita al final?
-Sí, una blanca. Pero no me la puse en el cuello… otro lío. No tengo remedio.
A sus cincuenta años seguía siendo tan competitivo que, por recomendación del cardiólogo e imposición familiar, había decidido rivalizar únicamente contra sí mismo.
Se acabaron los piques, las pataletas y la autoexigencia.
Con el pistoletazo de salida activó el pulsómetro y fue recorriendo los primeros kilómetros según los tiempos establecidos.
Si algún corredor le sobrepasaba, respiraba profundamente, contaba hasta cinco y continuaba a su ritmo.
Al girar una curva para encarar la última recta, el sol que estaba en pleno ocaso se colocó a su espalda proyectando una descarada sombra que le adelantó sin ningún tipo de miramiento.
Herido en su orgullo, no estaba dispuesto a dejarse vencer también por ella.
—Estoy compitiendo contra mí mismo—Se justificó para esprintar, con el corazón latiendo como una batucada en pecho y sienes.
No fue capaz de alcanzarla, y entró tan cabreado que pasó toda la semana en penumbra para no ver a su desvergonzada sombra.
menéame