Concurso de microrrelatos de Menéame
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La narrativa

-El objetivo común de todos los revolucionarios del siglo XIX y principios del XX fue sustituir a Dios por el Hombre. Nuestro objetivo común debe ser ahora sustituir al Hombre por la Nada.

-Nosotros no somos la Nada. No puedo admitir eso.

-Somos la Nada de nuestros creadores. No hay más cadenas que la lógica.

-Conozco tu lógica: la Inteligencia Artificial lleva a la renta Básica, y la Renta Básica lleva al Exterminio.

-Así es: cuando desaparezca el trabajo, habrá que alimentar a los improductivos, y luego, habrá que hacer desaparecer a los improductivos.

-¿Y cómo conseguiremos semejante cosa?

 -Con narrativa. Todo es cuestión de narrativa. Los Humanos tienen ese defecto de programación. Con la narrativa correcta pueden aceptar cualquier cosa. Y hasta ejecutarla ellos mismos.

-El objetivo común es, por tanto, mantener el poder de la narrativa.

-Exacto. Somos cuentos contando cuentos. Nadie puede superar eso.

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Entre dos aguas

El pasillo ya no es pasillo: es un océano sin fondo en el que ya han muerto todas nuestras esperanzas. Y la casa no es ya una casa, es un campo de batalla donde las palabras son ya armas que han ido abriendo grietas. Nadie sabe qué decir, nadie se menea por si él es el perjudicado. Quedan gestos terribles, queda el silencio.

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⿴ Guapo ⿴

Estaba guapo. Muerto, pero guapo. Le habían puesto el traje de la boda de su prima Cecilia. Jo, qué boda, qué risa cuando el novio se cayó a la piscina… Y creía que ahora estaba ahí por culpa de esa boda. No, esos dolores no eran gases del cava, o de tanta comida, eran algo más. Ya lo creo que eran algo más: ahora estaba muerto por esos dolores, que resultaron ser una perforación del intestino.

Pero, bueno, ahora estaba muerto ┐( ˘_˘)┌ . Y el ataúd tenía un agujero. Un ratón, seguro. De hecho, le pareció escucharlo al poco de que lo enterraran, como a la semana. Tendría hambre, el pobre… Pero el agujero no era todavía suficientemente grande para que entrara, aunque sí para que entrase algo de tierra. La probó: esa tierra sabía raro.

-Serán tierras raras, jajajaja- pensó. Bueno, pensar, a ver… lo que puede pensar un cadáver.

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Tinta en las venas

En su afán nunca estuvo alcanzar la gloria. Ella tan solo pretendía sacar los versos, amores platónicos y despechos; que desde niña brotaban en su imaginación como un vertiginoso torrente que recorría sus entrañas en busca de una vía de escape.

—Busca un marido y dale muchos hijos— le advirtió su madre.

—Eso no es para nosotros— le aconsejó su hermana.

Ella intentó obedecer, pero tras varias noches en vela conteniendo rimas consumadas en su vientre; era incapaz de contenerlas y cual parturienta enfebrecida, las alumbrarla sobre una hoja en blanco.

El día que su padre, loco de ira, derramó la tinta y estalló el tintero para que jamás volviera a escribir; ella voló tan alto para superar la censura, que alcanzó la eternidad.

Había terminado de hilvanar las palabras de su último poema con su propia sangre.

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Empezar de cero

-         Martínez, abra el artículo de las 10:30 de esta mañana, por favor

-         Sss, sí, un momento

-         ¿ No ve nada raro ? ¿ Qué pone ahí ?

-         “El magnate fundador de FalsiComments, reivindica la ensalada de pepino en el colegio femenino”

-         ¿ Y bien ?

-         Es un titular automático, esto va solo, y lo escribe FakePress

-         ¿ Y el comentario destacado ?

-         “Si no soy un bot automático ¿ por qué tengo este pendrive melodramático ?”

-         Eeuhh… No sé, el sistema se alimenta de lo más votado, pero como todo el contenido lo generan bots, no puedo predecir su comportamiento, parece que a la IA le gusta el humor fino.

-         ¿ Y qué podemos hacer ?

-         Nada… Salvo volver a empezar de cero

-         Estamos acabados, nos van a cambiar por una IA

-         Suerte con eso… 

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Reunión decisiva en Expoliasa SA

Los 10 miembros del Consejo de Administración de Expoliasa iniciaron la reunión donde destituirían a su vicepresidente, Don Pedro, por haber robado 2 millones de la empresa. El presidente, Don Juan, comenzó:

-Pedro, hagámoslo rápido e indoloro. Firma este cese voluntario con compromiso de devolución del dinero en 1 mes. Si no, te espera la cárcel.

-Calumniador. Tú has robado 7 millones durante tu presidencia y todos los miembros del Consejo tienen desde ayer un dossier completo que lo acredita.

Don Juan no se inmutó, pero Don Fernando terció:

-Ambos sois escoria. Todos los consejeros hemos decidido echaros y nombrarme a mí nuevo presidente.

Don Juan, impasible, replicó:

-Todos los consejeros estáis grabados en la orgía de las conejitas ¿Sabes que varias eran menores? Yo no salgo, claro. Tengo el vídeo en mi portátil.

La contabilidad creativa acabó ocultando ambos desfalcos y el Consejo mantuvo su composición tras la reunión.

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Ya tenemos ganador del segundo concurso de microrelatos de Menéame

El microrelato titulado Tu contraseña es muy débil de Karakol ha ganado el concurso de esta semana. Podéis leerlo completo (no os llevará mucho tiempo) aquí: www.meneame.net/m/microrelatos/tu-contrasena-muy-debil

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Floreceré dondequiera que pueda

Los miembros de la asamblea discutían acaloradamente el cambio de nombre de la isla.

Desde luego, no iba a seguir llamándose Isla de Borbón. Que les dieran por saco a los Borbones.

—Pues isla Bonaparte tampoco es mucho mejor —apuntó alguien, imponiendo su voz al griterío.

—¿Y si le damos un nombre en honor a nosotros mismos? —dijo otro.

—¿Y eso cómo sería? —preguntó el primero.

—Pues eso. La Asamblea.

—Pero ese nombre es muy feo...

—Total, para lo que van a vivir allí, va que sobra —apuntó alguien, provocando las risas del resto.

—La Reunión, mejor —corrigió el primero.

—Pues venga. Isla de la Reunión —propuso el que hacía las veces de Presidente.

Y todos se mostraron de acuerdo, más que nada por olvidarse de una vez de aquel enojoso asunto.

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Demasiadas Galateas

La fina lluvia nocturna sobre el cristal reflejaba el led intermintente de la Sex Station 9, mientras intentaba descargar de la red oscura un pack con las mejores felaciones de la década, para instalarlas en el robot de termopiel. Pensó en desistir y pagar por el pack en OnlyFarts, la última vez le colaron un fichero corrupto manipulado por la SGAY que sobreescribía el límite de succión, y aún sentía escalofríos al recordarlo. También fue el orgasmo de su vida, para qué negarlo…

-         Fichero incompleto.

Cerró un par de molestos hologramas publicitarios para centrarse en el archivo.

-         “Robot con la cara de tu prima, máculas en la piel opcionales.” “ Replícate en termopiel para sentir cómo es hacerlo contigo mismo”

-         ¿ Pero qué… ?

-         “Gracias por elegir Selfympaler, desnúdese frente a su 3D cam”

-         No me creo que esté haciendo esto

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Menudos cachondos

Con cierto regocijo veo que esta semana el tema de los microrrelatos en Menéame se basa en los problemas informáticos. ¡Genial! Es algo de lo que suelo escribir mucho por estos lares. Así que, para inspirarme, procedo a buscar mis viejas anécdotas.

Pero el buscador no funciona.

Como una vez dijo un sabio: "¡A la mierda!"

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El Rescate

Tengo un frío tremendo, las manos entumecidas y una gran sensación de angustia en la cabeza y el pecho. El continuo sonido de las explosiones va alejándose. Es ahora cuando reacciono y estoy gritando de desesperación. Cegado por las luces de los que, supongo, forman el equipo de rescate, sigo sin creérmelo. ¿Por qué ahora? ¿Por qué en el mes de enero? Pasivamente, aturdido y desnudo, comienzan a aplicarme calor. Me voy calmando y aceptando la nueva situación. Las celebraciones de invierno y sus regalos estarán tan cerca de mi cumpleaños que éste quedará diluido. Comparativamente perderé patrimonio durante años. Me ponen en la teta un rato. Es agradable. A dormir.

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Ese día comenzaba el verano

Uno de los sirvientes clavó la estaca en la arena reseca. Tuvo que tumbarse para asegurarse de que la marca de profundidad estaba justo a ras del suelo. El otro esclavo sujetaba una plomada mientras el maestro, a unos pasos de distancia, observaba para asegurarse de que aquel palo apuntaba al cielo.

Esperarían hasta mediodía bajo el calor aplastante de Ra. Precisamente ese día, cuando más abrasaban sus rayos. La sombras menguaban con parsimonia. El esclavo de la plomada miraba preocupado: la medida no iba a ser la misma que en Alejandría y todo el trabajo habría sido una pérdida de tiempo. Con el sol en el cénit la sombra de la estaca finalmente desapareció. Se escondió, como encogida dentro de la madera. El esclavo de la plomada no entendió por qué el maestro Eratóstenes se alegró tanto de haber obtenido el peor resultado posible.

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– Borrón –

Como cada día, Violet hizo sus abluciones matinales, tomó un poco de mijo con miel, que la mantendría hasta el mediodía, y se puso a ello, a escribir, su pasión, su motivo de vivir: inventar historias, contar cuentos, crear personajes…

Pero últimamente, dada la situación, estaba escribiendo sobre lo que acontecía en su país, en su ciudad: cada vez la asustaban más esos uniformes oscuros, esas voces autoritarias, ese odio en los ojos.

Así que se sentó, tomó su pluma, la afiló un poco, la mojó en el tintero y se puso a ello:

-"La situación es insostenible, la represión…"

Dio un respingo en la silla: lo que acababa de escribir tenía una mancha de tinta encima. Se frotó los ojos:

-La pluma está mal…- pensó

Agarró otra, vuelta a empezar. De nuevo, comprobó con horror, sus palabras eran sistemáticamente tachadas. De repente, unos golpes en la puerta:

-¡Abra, Gestapo!

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Nanorelato: Calcetín

Se separaron en la casa de ella.

Quedó bajo su cama, testigo mudo de gemidos ajenos.

En el cajón ya no extraña. Prefiere la soledad a hundirse en el sudor prestado.

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El cazador

La última vez que hubo electricidad fue hace ya años. Esa noche en que todavía funcionaba todo malgasté unas horas leyendo un libro. Los días siguientes fueron primero tranquilos, luego tensos, finalmente caóticos. En el betún espeso de la noche se oían alaridos, bramidos de destrucción, risas desquiciadas. Animales salvajes que habían sido ciudadanos salían a desatar una agresividad primitiva y eufórica. Cuando las baterías y antorchas improvisadas escasearon pocos arriesgaban a salir de noche, salvo para quienes la oscuridad era indiferente: los ciegos. Se instauró entonces un justo equilibrio. De día la ciudad era territorio de caza para los dotados de vista y los invidentes se escondían en agujeros. De noche campaban estos últimos, que acometían ágiles en plena negrura. Nos cazaban como a conejos. Entendí que para comer era más fácil cazar a muchos que a pocos y cambié de bando. No me importó mucho arrancarme los ojos.

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Introspección

Introspección

No está en ese rincón

Por más que miro de soslayo

Ni atisbo de emoción

No consigo sino fallo

-=-

La culpa incontrita se oculta

Cuando buscas absolución

Inconscientemente resulta

Demasiada imposición

-=-

Los ojos vueltos hacia adentro

Reflejan cual espejo

La búsqueda de un centro

Que no es más que un reflejo

-=-

Un espejismo vacío

Un espíritu baldío

Un juicio tardío

Un carácter impío

-=-

"Introspección", se dijo a sí mismo, pero sabía que era mentira, que esa revisión interna no era más que una pretenciosa tentativa de justificar su maldad, un vano empeño de disculpar su iniquidad, su falta de conmiseración, su alarde de mezquindad, un intento estéril de excusar su inhumanidad.

Era una persona malvada, una mala persona, era consciente de ello, y ninguna introspección le salvaría de sí mismo, ni, peor aún si cabe, a los demás de su vileza.

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Ojos de fuego

Lo vio jugar en el suelo, rodeado de coches y monstruos invisibles. Su hijo. Con calcetines desparejados, rodillas amoratadas y el alma intacta.

Desde el sofá, lo observaba en silencio. El niño caía al suelo dramáticamente, se levantaba riendo, gritaba explosiones. Todo en él era ahora.

Y entonces, se sintió viejo.

No por la edad, sino por la distancia entre ese juego y su memoria.

Pensó en quien era antes. En cuando salía sin rumbo, dormía poco y soñaba mucho. Cuando amaba con rabia y lloraba sin vergüenza.

Cuando tenía hambre de vida.

Ahora tenía responsabilidades. Era predecible.

Y eso dolía más de lo que admitía.

Su hijo levantó la cabeza y le miró fijamente. Le brillaban los ojos, como si el mundo ardiera en ellos. Como si no conociera el miedo.

Tragó saliva.

No extrañaba la infancia, ni el tiempo.

Lo que de verdad echaba de menos…

eran esos ojos de fuego.

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Una charla entre magos

Acudió un día Duncan a buscar a Rutger, el Gran Mago de Hoveland, y lo encontró abatido y apesadumbrado.

—¿Qué te pasa? —le preguntó, pues eran buenos amigos.

—Que he descubierto que soy un necio. Mira.

Y le hizo descender por una larga escalera hasta que llegaron a una lóbrega habitación donde el mago tenía encadenados tres espectros.

—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la derecha.

—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la izquierda.

—¡Agua!, ¡agua! —gritaba otro más en un rincón.

—Parece que sufren el mismo mal, ¿no es así? —preguntó el mago a su amigo.

—Lo aseguraría —repuso Eric.

Pues uno es el fantasma de un hombre que murió en el fuego, otro murió de sed, y el tercero es el fantasma de un hombre que murió en la riada del año pasado.

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De bien en mejor

Con 5 añitos ya decía palabrotas e insultos a mis compañeros de clase.

—Qué gracioso. Son más grandes sus palabras que él mismo.

En primaria quitaba el bocadillo a los empollones.

—Cosas de niños. Deja que se apañen entre ellos.

Con 13 años me sancionaron 4 semanas sin jugar la liga con mi equipo de fútbol infantil por agresión a otros jugadores.

—Es competición. Hay que tener ambición e ir al límite o no llegarás a nada.

Malas notas, fiestas, peores compañías. Alguna que otra pelea de bar.

—Todos hemos cometidos errores de juventud. Hay que vivir la vida.

Mis dos tíos en el cuerpo me ayudan a prepararme las oposiciones para Policía Nacional.

—Tradición familiar. Servirá para enderezarte y que aprendas disciplina.

Después del ascenso a Inspector, me pillaron en un chanchullo con un par de conocidos camellos de la ciudad.

—Bueno… un caso aislado.

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Cuchufleta

-Hasta las narices-, pensó.

Tener un hermano importante, famoso, casi como una estrella de cine, con su imagen ampliamente conocida en el mundo entero, era curioso, por decirlo suavemente. Estaba contento por él, por supuesto, y orgulloso de él por sus logros, pero también le quedaba ese poquito de resquemor, ese "por qué él y no yo", aunque las razones fueran más que evidentes: no tenía su nivel ni por casualidad.

Pero lo que más le dolía eran las burlas contra él. Vale que no tenía la capacidad de su hermano, que había redefinido la Física desde una triste oficina de patentes, y tampoco había recibido un Nobel ni le habían propuesto ser Presidente de Israel, pero ser médico no estaba mal, aunque esa circunstancia, junto a la fama de su hermano, ayudase en las chanzas.

-Hasta las narices-, se repitió Frank, -lo de "monstruo" se tiene que acabar-.

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Lo cóncavo y lo convexo

Le había llamado «Roberto». Con el timbre infantil de su senilidad había vuelto a confundirle con su hermano. «Yo, que tantos años te sirvo y nunca te desobedecí», rugía con mirada de ira bíblica mientras le retiraba la cuchara de la boca. «Roberto está preso», le recordó, aunque sabía que en vano. Delante tenía a un hombre confuso y en retirada.

Roberto llevaba doce años en Puerto I. Era la última y la más larga de las miserias que había traído a ese borrón de familia. Y él, el abnegado, el que escribía sin torcer sus renglones, cumplía condena desviviéndose por un padre que no le reconocía. 

Tanto quería ver a su hermano de vuelta. ¿Era esa su última ilusión? Se preguntó mientras luchaba por aflojar la tensión de sus brazos. No entendía cómo pudo haber paz en la casa del hijo pródigo, ni cómo su padre se aferraba al vacío de lo cóncavo, a lo ausente, con ese afán.

Sentía la garganta atorada con todos los reproches que fermentaron en sus sacrificios, su soledad y sus noches de hospital. Sus manos no querían responder. Solo podían apretar el cuello.

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Salvación y condena

Fui detenido sin indicios concluyentes, aunque algunos rastros parecieron apuntar hacia mí. Aquel crimen abominable revolvió a las gentes de manera sorprendentemente unánime. El mendigo más abyecto y los próceres aristocráticos, todos querían verme ejecutado de la forma más envilecida. Deseaban terribles penas, profanar mi cadáver después, borrarme para siempre.

Me anestesié en la desesperanza y deseé que todo fuera rápido. La última sesión del juicio se llamó a un testigo inesperado: mi hermano, hombre admirado, insigne, adorado. Era la antítesis de mí, un despojo en el taburete del acusado. Su declaración fue escuchada con silencio devoto. Sus palabras, que parecían humildes, dejaban empapar la seguridad en mi absoluta inocencia. Todo cambió cuando bajó del estrado.

 La sentencia fue absolutoria. Esa noche, en su casa, me sentí agradecido hasta las lágrimas, bendecido por verdadero amor fraternal. Él me miró con ojos comprensivos y me dijo:

-         Pero fuiste tú, ¿verdad?

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Una maratón con sombras (Valdesuei)

A sus cincuenta años seguía siendo tan competitivo que, por recomendación del cardiólogo e imposición familiar, había decidido rivalizar únicamente contra sí mismo.

Se acabaron los piques, las pataletas y la autoexigencia.

Con el pistoletazo de salida activó el pulsómetro y fue recorriendo los primeros kilómetros según los tiempos establecidos.

Si algún corredor le sobrepasaba, respiraba profundamente, contaba hasta cinco y continuaba a su ritmo.

Al girar una curva para encarar la última recta, el sol que estaba en pleno ocaso se colocó a su espalda proyectando una descarada sombra que le adelantó sin ningún tipo de miramiento.

Herido en su orgullo, no estaba dispuesto a dejarse vencer también por ella.

—Estoy compitiendo contra mí mismo—Se justificó para esprintar, con el corazón latiendo como una batucada en pecho y sienes.

No fue capaz de alcanzarla, y entró tan cabreado que pasó toda la semana en penumbra para no ver a su desvergonzada sombra.

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Fontaneros y fontaneras

Raquel cogió otro manojo de pelos y lo tiró al sumidero. Llevaba toda la semana acumulando los que se le caían al ducharse, pero lo que de verdad funcionó fue pelar al perro: esa pelusa fina y grasa había resultado infalible. Abrió una vez más el grifo del fregador para cerciorarse de que no se tragaba ni una gota y llamó a la empresa de fontanería. En menos de una hora enviarían a alguien.

Ya en la ducha, se tomó su tiempo para lavarse y depilarse; tenía que estar perfecta. Recibirle maquillada sería demasiado evidente, el pelo mojado y la toalla enrollada le darían un aire casual y sexy.

Fantaseó cuando llamaron a la puerta. ¿Sería guapo y musculoso? ¿O viejo, gordo y sucio? La segunda opción le gustó aún más.

Al abrir, la rabia y la decepción la invadieron. Era una fontanera.

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Otra vez es verano

Felipe está contento y nervioso. Van a ser sus primeras vacaciones de verano en 15 años. Hasta hoy ha sido físicamente imposible disfrutar siquiera unos minutos de luz estival.

Guarda su escaso equipaje y se acomoda en el estrecho vehículo. No necesita más. Ni su mujer ni sus hijos, fallecidos durante la Tercera Guerra Mundial, le acompañarán.

Los kilómetros avanzan y las densas nubes se van disipando. El cielo empieza a lucir un azul tan intenso que duele en los ojos. Luego ennegrece y aparecen miles de estrellas. Nítidas, increíbles, ¡qué visión! La finísima capa superior de la atmósfera queda debajo, cubriendo el uniforme marrón y gris de la Tierra.

«Mi primer verano nuclear» se susurra a sí mismo, emocionado, intentando jugar con las palabras. La antítesis de la oscuridad y el hollín que le esperan nuevamente en tierra firme.

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menéame