Una charla entre magos

Acudió un día Duncan a buscar a Rutger, el Gran Mago de Hoveland, y lo encontró abatido y apesadumbrado.

—¿Qué te pasa? —le preguntó, pues eran buenos amigos.

—Que he descubierto que soy un necio. Mira.

Y le hizo descender por una larga escalera hasta que llegaron a una lóbrega habitación donde el mago tenía encadenados tres espectros.

—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la derecha.

—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la izquierda.

—¡Agua!, ¡agua! —gritaba otro más en un rincón.

—Parece que sufren el mismo mal, ¿no es así? —preguntó el mago a su amigo.

—Lo aseguraría —repuso Eric.

Pues uno es el fantasma de un hombre que murió en el fuego, otro murió de sed, y el tercero es el fantasma de un hombre que murió en la riada del año pasado.