La noticia positiva despeja la amenaza que se cernía sobre nuestra profesión amparada en el derecho al olvido digital de las personas que, en pura lid, no hacía sino impedir el libre desarrollo de la investigación histórica sometida al rigor y exigencias propias de la disciplina. Confiamos, asimismo, en que el sentido de las citadas sentencias se repita en el litigio por intromisión al honor que actualmente enfrenta al citado demandante con el catedrático, archiveros, medios de comunicación y periodistas hasta superar el centenar de demandados.
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Es que, además, en una cosa sin sentido. Para honor a preservar, el de Miguel Hernández.
Por otro lado, si alguien ha cometido un crimen, pierde completamente su honor, y más aún en este caso, pues la víctima era un poeta de renombre.
Nada más que añadir. Naturalmente que nadie es responsable de lo que hizo su padre o su abuelo. Pero que esas personas no puedan ser investigadas es demencial.