LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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La piedad extraviada

He visto extraviarse la piedad con demasiada frecuencia.

Pero nosotros, que gobernamos a los hombres, hemos aprendido a sondear su corazón para otorgar nuestra solicitud sólo al objeto digno de atención. Pero niego esta piedad a las heridas ostentosas que atormentan el corazón de las mujeres, así como a los moribundos, y también a los muertos. Y sé por qué.

Hubo un tiempo en mi juventud en que tuve piedad de los mendigos y de sus úlceras. Contrataba curanderos para ellos y compraba bálsamos. Las caravanas me traían de una isla ungüentos a base de oro que recosían la piel sobre la carne. Así obré hasta el día en que comprendí que consideraban un lujo raro su pestilencia, al sorprenderlos rascándose y humectándose con cieno como aquel que estercoliza una tierra para arrancarle la flor purpúrea.

Se mostraban uno a otro su podredumbre con orgullo, envaneciéndose de las ofrendas recibidas; pues quien ganaba más, se igualaba ante sí mismo al gran sacerdote que expone el ídolo más bello. Si consentían en consultar a mi médico, era con la esperanza de que su chancro le sorprendiera por su pestilencia y amplitud.

Y agitaban sus muñones para tener un lugar en el mundo.

Antoine de Saint Exupery. Ciudadela.

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El desgaste de los rostros

Hay muchas personas, pero aún hay más rostros.

¿Qué hacen con todos los que no usan?

Los llevarán sus hijos. A veces incluso se los ponen a sus perros.

Hay gente que usa siempre el mismo y lo gasta, lo da de sí, como a unos guantes de viaje. Otros cambian constantemente de rostro y los van gastando todos, y cuando son cuarentones resulta que ya están usando el último aunque pensaban que serían inacabables.

Después, cuando se gastan los rostros, aparece el forro, y tienen que salir a vivir mostrando ese triste forro.

Los apuntes de Malte Laurids Brigge. Rainer Maria Rilke

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El problema de la medida en el periodismo

Con los periodistas políticos se da un curioso fenómeno: no es fácil saber si utilizan una regla para medir la mesa, o utilizan la mesa para medir la regla.

Por eso, tan a menudo, en vez de describir fenómenos o sucesos, se describen a sí mismos.

¿Existe la suerte? Nassim Taleb

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La utilidad de los pobres

«Considerando, con asombrosa lucidez, la inutilidad de las combinaciones hasta este momento elaboradas por cerebros vacíos con el fin de atenuar la miseria; inquebrantablemente convencido, además, de la utilidad de los pobres, creyó tener algo mejor por hacer que emplear en el alivio de ese rebaño los recursos financieros o intelectuales de que disponía.

En consecuencia, resolvió aplicar los últimos resplandores de su genio al consuelo de los millonarios.

–¿Quién piensa –decía– en los dolores de los ricos? Acaso sólo yo, con el divino Bourget, por quien mi clientela delira. Como ellos cumplen su misión, que consiste en divertirse para hacer que el comercio progrese, con demasiada facilidad se los supone felices, y se olvida que tienen corazón. Se ostenta la jactancia de oponerles las groseras tribulaciones de los indigentes, quienes tienen el deber de sufrirlas después de todo, como si los andrajos y la falta de comida pudiesen ser comparados con la angustia de morir. Porque tal es la ley. Sólo se muere de verdad a condición de poseer. Es indispensable tener capitales para entregar el alma, y esto es lo que no se quiere entender. La muerte sólo es separarse del Dinero. Aquellos que no lo poseen, no tienen vida, y en consecuencia no pueden morir de verdad».

León Bloy, Cuentos descorteses

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Estrellas

Tras cada hombre viviente se encuentran treinta fantasmas, pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra. Y es en verdad un número interesante, pues por curiosa coincidencia hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido, luce una estrella en ese Universo. Arthur C. Clarke - 2001 Una odisea espacial

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Ciencias aproximadas

La primera vez que fui a la Universidad vi que había una Facultad de Ciencias Exactas, así que entendí que las demás debían de ser, en el mejor de los casos, aproximadas.

La Maleta. Sergei Dovlatov

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Sodomáquina

El Sistema, siempre ayudado por los P, sube a una silla con un inmenso rollo de papel. TI se pone frente a él con la cabeza gacha, con un P a cada lado.

 JUEZ. —Se te acusa de leer.

 Se te acusa de escribir.

 Se te acusa de sonreír.

 Se te acusa de soñar.

 Se te acusa de retozar en la hierba.

 Se te acusa de barbudo.

 Se te acusa de melenudo.

 Se te acusa de peatón empedernido.

 Se te acusa de nefelibático.

 Se te acusa de abstemio.

 Se te acusa de vegetariano.

 Se te acusa de consumir poco.

 Se te acusa de no ver la TV.

 Se te acusa de no ir al fútbol.

 Se te acusa de no creerte las noticias.

 Se te acusa de no evadirte.

 Se te acusa de no vestir a la moda.

 Se te acusa de no llevar corbata un perchero con diversas.

 Se te acusa de no fumar, ni beber, ni jugar al balón.

 Se te acusa de bla, bla, bla…

 Mientras el juez sigue diciendo bla, bla, bla, TI se dirige al público:

 TI. —El veredicto fue "culpabilísimo", naturalmente, y la sentencia, como ya saben, la de muerte.

 Como verán, vivo en una sociedad justa, ansiosa de satisfacer los menores deseos de cada uno… ¿No te quieres integrar? Pues te desintegran, no hay problema.

"Sodomáquina" de Carlo Frabetti.

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Cómo no...

"De todo se puede aprender: incluso de un tren, de un teléfono y de un telegrama. De un tren se puede aprender que en un segundo se puede perder todo. De un teléfono se puede aprender que lo que se dice aquí puede ser oído allí. Y de un telegrama que todas las palabras se cuentan y se pagan".

Dicho Judío.

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Rebelión o revolución

Para la revolución se necesitan ciudadanos conscientes y decididos, con la ideas muy claras, al menos en la clase dirigente.

La sociedad actual puede conducir más a un rebelión de esclavos que a una revolución.

Ensayos. Herbert Marcuse

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Lo que no hace un termómetro

Es inútil generar un movimiento con el único objeto de mover la opinión pública internacional. Uno de los mayores errores del cantonalismo catalán fue poner toda su fe en la frase o la idea que terminase por conmover a la opinión pública internacional.

Es inútil. Tan inútil como poner de tu parte a tus vecinos en una disputa matrimonial.

El termómetro no calienta la habitación.

José Ortega y Gasset. Diario el Sol.

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Hechos y piedras

Hacemos ciencia con hechos, como hacemos una casa con piedras; pero una acumulación de hechos tiene de ciencia lo mismo que una pila de piedras tiene de casa.

(On fait la science avec des faits, comme on fait une maison avec des pierres; mais une accumulation de faits n'est pas plus une science qu'un tas de pierres n'est une maison.)

Henri Poincaré

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Invocando al Maligno...

"La persona no es un agente generador, es un locus, un punto en el cual confluyen muchas condiciones genéticas y ambientales en un efecto común... (la personalidad) queda en el mejor de los casos... (como) un repertorio de comportamientos proporcionado por un repertorio organizado de contingencias".

B. F. Skinner ("Sobre el conductismo").

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Harrison Bergeron

Kurt Vonnegut, Jr. 1961

En el año 2081 todos los hombres eran al fin iguales. No sólo iguales ante Dios y ante la ley, sino iguales en todos los sentidos. Nadie era más listo que ningún otro; nadie era más hermoso que ningún otro; nadie era más fuerte o más rápido que ningún otro. Toda esta igualdad era debida a las enmiendas 211, 212 y 213 de la Constitución, y a la incesante vigilancia de los agentes de la Directora General de Impedidos de los Estados Unidos.

Algunas cosas en la vida aún no estaban del todo bien, sin embargo. Abril, por ejemplo, seguía volviendo loca a la gente al no tener clima primaveral. Y en este mismo mes, húmedo y frío, los hombres de la oficina de impedidos se llevaron a Harrison Bergeron, de catorce años, hijo de George y Hazel Bergeron.

Fue una tragedia, realmente, pero George y Hazel no podían pensar mucho en eso. Hazel tenía una inteligencia perfectamente común, y por lo tanto era incapaz de pensar excepto en breves explosiones. Y George, al estar su inteligencia por encima de lo normal, llevaba en la oreja un pequeño impedimento mental radiotelefónico, y no podía sacárselo nunca, de acuerdo con la ley. 

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No es para ti, hermanita...

¿Cómo quieres negar, querida amiga, que hay seres —ni hombres ni animales—, extraños seres, que surgen del placer malvado de absurdos pensamientos?

Bien sabes tú, mi dulce amiga, que la ley es buena, buenas todas las reglas y todas las normas severas. Bueno es el gran Dios que creó estas normas, estas reglas y leyes. Y bueno es el hombre que las respeta..

Pero no es para ti, hermanita rubia, para quien escribo este libro. Tus ojos son azules y buenos, y nada saben del pecado. Tus días son como los opulentos racimos de las glicinas azules, que gotean sus florecillas hasta formar una muelle alfombra, por la que discurre mi pie ligero, bajo las bóvedas de follaje, relucientes del sol de tus días plácidos. No escribo este libro para ti, niña rubia, linda hermanita de mis días de tranquila ensoñación.

Para ti lo escribo, salvaje pecadora, hermana de mis noches ardientes. Cuando las sombras caen, cuando el mar cruel devora el sol de oro, palpita sobre las olas un rápido rayo de un verde venenoso. Es la primera y pálida sonrisa del pecado ante la angustia mortal del Día temeroso. Y el pecado se engalana con incendiados rojos y amarillos, con intensos tonos violeta, y respira en la noche profunda y exhala su pestífero aliento sobre todos los pueblos.

Y tú sientes ese hálito ardoroso. Entonces tus ojos se dilatan y se hincha tu pecho joven y tiemblan ansiosas las aletas de tu nariz y se distienden tus manos, húmedas por la fiebre. Caen los velos de los suaves días burgueses y la Serpiente nace de la negra noche. Y entonces se despereza tu alma salvaje, hermana, alegre de todas las vergüenzas, embriagada de todos los venenos; y del tormento y de la sangre y de los besos y de los placeres se levanta exultante, desciende ululando… por todos los cielos y los infiernos.

H.H. Ewers. La Mandrágora.

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Sin novedad en el frente

Kat ha encontrado una caballeriza llena de paja. Ahora podríamos dormir calientes, si no fuera por el hambre terrible que sentimos.

Kropp pregunta a un artillero que lleva tiempo en la zona:

—¿Hay alguna cantina por aquí cerca?

El otro se ríe.

—¡Qué va a haber! Aquí no encontrarás nada, ni una corteza de pan.

—¿Ya no vive nadie?

El artillero escupe.

—Sí, algunos. Pero se pasan el día husmeando cerca de nuestras ollas y mendigando comida.

Mala cosa. Así pues, tendremos que apretarnos los cinturones y esperar hasta mañana.

Sin embargo, veo a Kat calarse la gorra, y le pregunto:

—¿Adónde vas, Kat?

—A ver qué se puede hacer— responde, y se va.

El artillero suelta una risita burlona.

—¡Anda, ve, y no vuelvas muy cargado!

Decepcionados, nos acostamos pensando en la posibilidad de pegar un bocado de las provisiones de reserva. Pero es demasiado arriesgado, así que intentamos descabezar un sueñecito.

Kropp parte un cigarrillo y me da la mitad. Tjaden habla del plato típico de su país, alubias con tocino. Condena a los que lo preparan sin ajedrea. Pero, sobre todo, debe cocerse todo junto, y no, por el amor de Dios, las patatas, las alubias y el tocino por separado. Alguien amenaza a Tjaden con hacerle picadillo si no se calla de una vez. Entonces quedamos en silencio en la gran sala. Algunas velas crepitan en el cuello de unas botellas, y de vez en cuando el artillero escupe.

Estamos ya adormecidos cuando de improviso se abre la puerta y aparece Kat. Me parece un sueño: lleva dos panes bajo el brazo y en la mano una bolsa manchada de sangre con carne de caballo.

Al artillero se le cae la pipa de la boca. Toca el pan.

—Es pan auténtico, y todavía está caliente...

Kat no dice nada. Ha conseguido pan, lo demás no importa. Estoy convencido de que si lo enviasen al desierto, en una hora organizaría una cena a base de dátiles, carne asada y vino.

Se limita a decir a Haie:

—Corta leña.

Luego se saca del abrigo una sartén y del bolsillo un puñado de sal e incluso un poco de manteca: ha pensado en todo. Haie enciende un fuego en el suelo, que crepita en la fábrica vacía. Salimos de la cama.

El artillero duda. Parece sopesar si debe alabar a Kat a fin de conseguir una ración. Pero Katczinsky ni siquiera le mira, como si no existiera, de modo que al final se larga maldiciendo.

Kat sabe cómo asar la carne de caballo para que quede tierna. No debe freírse enseguida, porque queda dura. Primero debe hervirse un poco en agua. Nos sentamos en círculo con el cuchillo en la mano y nos hartamos de comer.

Ése es Kat.

Sin novedad en el frente, Erich Maria Remarque

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Competencia de instintos

Mi madre era puta y mi padre homosexual. Es obvio cual de las dos inclinaciones resultó ser más fuerte.

El león de Boaz Jachim y Jachim Boaz. Rusell Hoban.

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La epidemia

No sé si será prudente recordar este dictamen recién acabado el año Darwin, sin embargo, lo cierto es que el conde de Gobinau -de infausto renombre político y ocasionalmente grata relectura- señaló como a su juicio improbable que el hombre descendiese del mono, pero consideraba fuera de duda que muchos avanzan hacia él a toda máquina.

Fernando Savater. El regreso de Mecenas

elpais.com/diario/2010/01/19/cultura/1263855606_850215.html

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El origen de las especies

Puede decirse metafóricamente que la selección natural está haciendo diariamente, y hasta por horas, en todo el mundo, el escrutinio de las variaciones más pequeñas; desechando las que son malas, conservando y acumulando las que son buenas, trabajando insensible y silenciosamente donde y cuando se presenta una oportunidad, en el mejoramiento de todo ser orgánico en relación con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. No vemos estos pequeños y progresivos cambios hasta que la mano del tiempo marca el sello de las edades, y aun entonces tan imperfecta es nuestra vista para alcanzar las épocas geológicas remotas, que lo único que vemos es que no son hoy las formas de vida lo que en otro tiempo fueron.

La selección natural puede modificar la larva de un insecto y adaptarla a una porción de contingencias completamente distintas de las que conciernen al insecto ya maduro, y estas modificaciones pueden afectar por correlación la estructura del adulto. Así también, por el contrario, las modificaciones de este pueden afectar la estructura de la larva; pero en todos los casos, la selección natural asegurará que dichas modificaciones no sean en manera alguna nocivas, ya que si lo fueran la especie se extinguiría.

Charles Darwin, "El origen de las especies." (Publicado el 24 de noviembre de 1859.)

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El poder del sesgo

La premisa de este libro es que es más fácil reconocer los errores de otras personas que los nuestros.

Pensar rápido, pensar despacio - Daniel Kahneman

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Esa clase de libertad

Y entonces, idiotas, derribaron la casa para dar libertad a las piedras con que la habían construido.

Ciudadela. Antoine de Saint Exupery.

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El origen de la Virgen María

Las religiones de Egipto y Babilonia, como otras religiones antiguas, fueron en su principio cultos a la fertilidad. La Tierra era femenina; el Sol, masculino. El toro fue considerado como encarnación de la fertilidad viril, y fueron muy corrientes los dioses-toro. En Babilonia, Istar, la diosa de la Tierra, era la más alta entre las divinidades femeninas.

Por todo el Asia occidental fue venerada la Gran Madre bajo distintos nombres. Cuando los colonizadores griegos de Asia Menor fundaron templos para ella, la llamaron Artemisa y adoptaron el culto existente. Éste es el origen de la Diana de los efesios. El cristianismo la transformó en la Virgen María, y un concilio en Éfeso le dio el título legítimo de Madre de Dios, como el que aplicamos a Nuestra Señora.

Historia de la filosofía occidental. Bertrand Russell

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Sartor Resartus

¿Habría algo más prodigioso que un auténtico fantasma? El inglés Johnson anheló, toda su vida, ver uno; pero no lo consiguió, aunque bajó a las bóvedas de las iglesias y golpeó féretros. ¡Pobre Johnson! ¿Nunca miró las marejadas de vida humana que amaba tanto? ¿No se miró siquiera a sí mismo? Johnson era un fantasma, un fantasma auténtico; un millón de fantasmas lo codeaba en las calles de Londres. Borremos la ilusión del Tiempo, compendiemos los sesenta años en tres minutos, ¿qué otra cosa era Johnson, qué otra cosa somos nosotros? ¿Acaso no somos espíritus que han tomado un cuerpo, una apariencia, y que luego se disuelven en aire y en invisibilidad?

Thomas Carlyle, "Sartor Resartus" (1834).

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Hagakure. (Hojas ocultas.)

En las Notas sobre las Reglas Marciales, está escrito lo siguiente: "Ganar primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes. La riqueza del tiempo de paz es permitir la preparación marcial para el tiempo de guerra. Con quinientos aliados, se puede derrotar a una fuerza enemiga de diez mil hombres."

Cuando uno intenta tomar el castillo de un enemigo y es necesario retirarse, hay que replegarse, no siguiendo la carretera principal sino las carreteras secundarias. Se debe tender a sus muertos y heridos con el rostro girado hacia el enemigo. Es evidente que el guerrero tiene que estar en vanguardia durante el ataque y en la retaguardia cuando la retirada. Cuando se ataca, no se ha de despreciar esperar el buen momento. Esperando el buen momento no se debe olvidar el ataque.

Entre los principios secretos de Yaygu Tajima No Kami Munemori, hay un proverbio: "No existe táctica militar para un hombre de gran fuerza moral."

Jocho Yamamoto, "Hagakure."

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Portal (Super Ficción–75)

En toda la historia ninguna cultura, ninguna civilización, ha crecido y se ha engrandecido por sí misma. Las guerras, las conquistas, las inmigraciones son lo que ha dado grandeza a los países. No por la violencia, la crueldad y la sumisión, sino porque los nuevos individuos, los vencidos o los vencedores, que a la larga son indistinguibles, han aportado nuevos puntos de vista, nuevas ideas, han contribuido a la transformación, a la presión histórica necesaria que constituye la grandeza de una cultura.

Una civilización solitaria no alcanza nunca la grandeza, sino su propia corrupción. Una civilización que quiera avanzar únicamente sobre los fundamentos que la crearon, que quiera alcanzar la grandeza por sí misma, no hace más que colaborar con los medios de su propia destrucción. No importan sus recursos, no importa su sistema de vida, su política, su filosofía. Sus funciones no serán más que un círculo vicioso que terminará por agotar lo que se halla en su interior. Tal vez no muera, quizá sobreviva, languideciendo sobre los laureles de su historia, convirtiéndose en algo insignificante.

Sebastián Martínez, “Portal”. (Relato incluido en "Super Ficción–75".)

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Sus ojos se cerraron. (Tango.)

Sus ojos se cerraron

y el mundo sigue andando,

su boca que fue mía

ya no me besa más.

Se apagaron los ecos

de su reir sonoro

y es cruel este silencio

que me hace tanto mal...

 

Fue mía la piadosa

dulzura de sus manos,

que dieron a mis penas

caricias de bondad,

y ahora que la evoco

hundido en mi quebranto,

las lágrimas trenzadas

se niegan a brotar,

y no tengo el consuelo

de poder llorar...

 

¡Porque sus alas tan cruel quemo la vida!

Por qué esa mueca siniestra de la suerte...

Quise abrigarla y más pudo la muerte,

cómo me duele y se ahonda mi herida.

 

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas

con su limosna de alivio a mi tormento,

todo es mentira, mentira es el lamento...

¡Hoy está solo mi corazón!

 

Como perros de presa

las penas traicioneras

celando mi cariño

galopaban detrás,

y escondidas en las aguas

de su mirada buena

la muerte agazapada

marcaba su compás.

 

En vano yo alentaba

febril sus esperanza

clavo en sus carnea vivas

sus garras el dolor,

y mientras en la calle

en loca algarabía

el carnaval del mundo

gozaba y se reía

burlándose el destino

me robo su amor...

Letra de Carlos Gardel. Música de Alfredo Le Pera. Compuesto en 1935. Cantada por Carlos Gardel en el Film "El día que me quieras" de John Reinhardt con guion de Alfredo Le Pera. Este tango fue grabado por Carlos Gardel el 19/3/1935. 

Versión de El Cabrero: www.youtube.com/watch?v=R8Ph5yNTkQ8

menéame