Quiero describir un acontecimiento triste, pero veo ante mí, como una nota inicial, el rostro sonriente del señor Vojtíšek. Un rostro saludablemente luminoso y con brillo rojizo, como de un asado de domingo, recubierto de mantequilla fresca. Como el señor Vojtíšek se afeitaba solo los domingos, hacia el sábado, cuando ya la blanca barba había vuelto a crecer lo suficiente por su redondo mentón y lo adornaba como una espesa nata, me parecía aún más apuesto. También su pelo me gustaba. No …