- ¡Ese teléfono es mío! - rugió Caín, aferrando el último modelo de un dispositivo ultrafino, capaz de proyectar hologramas en alta definición. - No lo es, yo lo conseguí primero - dijo Abel, tranquilo, pero firme en su respuesta, intentando recuperar sin éxito lo que su hermano le había sustraído. Caín apretó los dientes. Desde siempre, su hermano había sido el favorito, el que todo lo hacía bien. Ahora, Abel tenía ventaja: mejor señal, más seguidores, …