Uno de cada cinco alemanes votaría dentro de tres semanas para instalar a Horst Schlämmer en la cancillería. Al grito de "¡Yo también quiero ser canciller!", este hombre ha prometido un sueldo “de la cuna a la tumba”, funeral incluido, ha dicho que cambiará el águila imperial del escudo por un risueño conejillo y que creará cuatro millones de empleos en cuanto le dejen.
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