El primer día de enero de 1896 un físico alemán llamado Wilhelm Röntgen envió a sus colegas de toda Europa detalles de una asombrosa observación. Para demostrar su argumento incluyó una fotografía en la que podía verse una imagen de algo parecido a los huesos de su mano con la carne apenas discernible como un tenue halo y con la sombra de un anillo. Relacionadas La mano de Bertha (1895)
"Hubo cierto médico que conocía bien estas costumbres y las supo aprovechar. Al paciente que entraba en su consulta le sugería la conveniencia de someterlo a una exploración con el flamante aparato de rayos X.
— Y eso ¿cuánto me va a costar? —preguntaban siempre el hombre o la mujer, recelosos de cualquier gasto superfluo, y temerosos de que aquella “extravagancia” les alterara la economía.
— Bueno —respondía el médico—, eso ya se lo diré luego; depende de lo que vea por la pantalla.
Y no mentía en absoluto. Al enfermo le hacía pasar a la sala de rayos X indicándole cómo debía colocarse y siempre con la advertencia:
— No hace falta que se quite usted la ropa. Estos aparatos modernos pueden ver a través de la tela.
Y claro que veía… las monedas que él o ella guardaban en el refajo y hacía un rápido recuento. Al cabo de unos momentos daba por finalizada la exploración.
— ¿Qué tengo, doctor? —el paciente escrutaba anhelante los ojos del médico.
— Pues afortunadamente nada de qué preocuparse. Son treinta duros.
U otra cantidad ajustada a lo que ocultaba a simple vista, pero no a los rayos X, el refajo. Y el paciente, con más o menos gesto de dolor del alma que no físico, sacaba los cuartos y los ponía sobre la mesa del médico. En una ocasión aplicó el procedimiento a un hombre que tras abonarle la tarifa del caso demostró socarronamente que había captado el truco.
—Buena vista tiene usted, doctor. Cuarenta duros traía y cuarenta me ha sacado."
Y en el transcurso de los días esa mano fue tornandose radioactiva, para luego expandirse por todo el cuerpo, transformándose wilhelm en "El cancerígeno Röntgen" terror de los villanos, a quien combatiría fulminándolos con sus superpoderes radioactivos.
Comentarios
esta es la parte que mas me ha gustado
"Hubo cierto médico que conocía bien estas costumbres y las supo aprovechar. Al paciente que entraba en su consulta le sugería la conveniencia de someterlo a una exploración con el flamante aparato de rayos X.
— Y eso ¿cuánto me va a costar? —preguntaban siempre el hombre o la mujer, recelosos de cualquier gasto superfluo, y temerosos de que aquella “extravagancia” les alterara la economía.
— Bueno —respondía el médico—, eso ya se lo diré luego; depende de lo que vea por la pantalla.
Y no mentía en absoluto. Al enfermo le hacía pasar a la sala de rayos X indicándole cómo debía colocarse y siempre con la advertencia:
— No hace falta que se quite usted la ropa. Estos aparatos modernos pueden ver a través de la tela.
Y claro que veía… las monedas que él o ella guardaban en el refajo y hacía un rápido recuento. Al cabo de unos momentos daba por finalizada la exploración.
— ¿Qué tengo, doctor? —el paciente escrutaba anhelante los ojos del médico.
— Pues afortunadamente nada de qué preocuparse. Son treinta duros.
U otra cantidad ajustada a lo que ocultaba a simple vista, pero no a los rayos X, el refajo. Y el paciente, con más o menos gesto de dolor del alma que no físico, sacaba los cuartos y los ponía sobre la mesa del médico. En una ocasión aplicó el procedimiento a un hombre que tras abonarle la tarifa del caso demostró socarronamente que había captado el truco.
—Buena vista tiene usted, doctor. Cuarenta duros traía y cuarenta me ha sacado."
Y en el transcurso de los días esa mano fue tornandose radioactiva, para luego expandirse por todo el cuerpo, transformándose wilhelm en "El cancerígeno Röntgen" terror de los villanos, a quien combatiría fulminándolos con sus superpoderes radioactivos.
Está bien, me callo...
Igual que la cocacola, que fue descubierta por casualidad, tratando de elaborar un jarabe para la tós.