Ayuso ha salido a defender a su pareja, acusado de fraude fiscal, como si todo fuera un malentendido con Hacienda. “Un pago demorado”, dice. Más de 350.000 euros. Como si defraudar al Estado fuera un simple retraso, como si aquí no pasara nada. Lo grave no es solo el fraude, es el descaro. Es que lo justifique, lo minimice y encima se presente como víctima de una conspiración del Gobierno. Cuando la justicia llama a la puerta de los suyos, ya no vale la ley, solo la guerra ideológica.
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