La vida de Mark, de nueve años, cambió cuando le diagnosticaron diabetes tipo I en el 2005. Tuvo que aprender a convivir con su enfermedad, a realizarse los análisis de glucosa en la sangre y a administrarse insulina. También su entorno necesitó adaptarse a la nueva situación, pero surgieron problemas en la escuela. El colegio prohibía a Mark llevar el glucómetro a clase, con lo que no podía controlar la glucemia, tampoco le permitían participar en excursiones, incluso convocaron a la madre para decirle que "le convendría" otra escuela.
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