He tenido la suerte y el privilegio -no puede calficarse de otro modo- de trabajar al lado de Rosa Maria Piñol. Ambos nos incorporamos a La Vanguardia el mismo día de diciembre de 1983, ella como redactora de Cultura y yo como jefe de sección. Y allí trabajamos juntos, codo a codo, día a día, durante veintisiete años. Creo que ningún colega se molestará conmigo si afirmo que no ha habido una periodista que aunara, como ella, una capacidad profesional tan sobresaliente con un carácter tan jovial, con una buena disposición tan inalterable, con...
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... una buena disposición tan inalterable, con un compañerismo tan natural e incombustible y con una capacidad única para alegrarnos el día. Rosa Maria Piñol ha sido, entre otras cosas, una impulsora y un referente clave para la literatura en lengua catalana. Su agenda de autores era legendaria. En tiempos previos al teléfono móvil, atesoraba hasta tres y cuatro números de muchos escritores -los de su casa, sus padres, sus novias, etc.- y lograba localizarlos, cuando así lo requería la urgencia periodística, en un pispás, indefectiblemente. Su diligencia a la hora de informar sobre sus nuevos títulos, y la fiabilidad con que se dedicó a este menester no tuvo parangón. Sus textos eran claros y precisos. Pocos periodistas habrán contribuido tanto al progreso de su ámbito informativo habitual como Rosa contribuyó a la proyección de las letras catalanas en los últimos decenios. Siempre con un humor y una calidad humana que muy a menudo transformaba las relaciones profesionales en amistosas...
Lo primero que tendría que haber hecho: cambiar Piñol por Pinyol, muy catalana no era...
A alguien le ha parecido irrelevante y ha votado negativo. Tal vez alguno debería hacérselo mirar.