La plusmarca

Nunca es agradable robar tumbas, pero unas son mejores que otras. Las de las mujeres ricas siempre son una tentación, y más si eran religiosas. No les gusta separarse del rosario o del crucifijo.

Eso pensamos de Doña Amalia. Y además había muerto quince años atrás. Ya no sería muy repugnante.

Amén, dijo mi colega, en recuerdo de la beata.

Pero no llevaba crucifijo. Al lado de su triste calavera recogimos unos pendientes. Y en torno a un fino hueso de un brazo, un pequeño reloj de pulsera. 

Entonces escuchamos algo. ¿Pasos? ¿Un chirrido? Mucho peor: tic-tac-tic-tac

La puerta del cementerio estaba abierta, pero aún así saltamos la tapia.