El obispo húngaro Zoltán Meszlényi, fallecido en 1951, se convertirá en la primera víctima del régimen soviético posterior a la Segunda Guerra Mundial que es proclamado beato por la Iglesia católica del país centroeuropeo. Tóth destacó la importancia de la beatificación no sólo por ser "la primera vez que se proclama beato una víctima del comunismo en Hungría", sino también porque se considera un "símbolo regional", ya que "la maquinaria de los regímenes de los países comunistas de Europa Central y del Este era muy parecida una a la otra".
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