Estaba convencido de que había un público que se divertía con esta saga, que reía a mandíbula batiente, que gozaba con cada respuesta sarcástica del personaje de Santiago Segura y con las interminables subtramas de los niños. Pero lo que vi, durante una hora y cuarenta minutos, fue muy diferente: risas nerviosas aquí o allá, una gran carcajada general y una sensación de alivio común al terminar. El niño que tenía al lado, mientras pasaban los títulos de crédito gritó "Si se ha acabado, ¿por qué no encienden las luces ya? ¡Me quiero ir!".
|
etiquetas: santiago segura , padre no hay más que uno , público , charca