De la misma manera que debe repararse la memoria de los represaliados en general. Es decir, con medidas particulares que limpien sus nombres, y con medidas colectivas que reescriban y fijen lo que realmente sucedió. Además, en el caso de los profesores como en el de los intelectuales y científicos, se añadiría la necesidad de recuperar sus legados académicos, pues muchas de sus aportaciones o bien fueron eliminadas, como si nunca hubieran existido, o bien fueron aprovechadas por terceros, asumiéndolas y presentándolas como propias.
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