Hace veinte años las hamburguesas eran jugosas, se pedía el punto de cocción y uno de sus principales valores diferenciales era el gramaje: desde los 180 hasta más de 300 gramos, pero sin llegar nunca a tamaños absurdos e intratables para un ser humano. Pedir mayonesa o mostaza era una osadía que pocos nos atrevíamos a cometer, y que tu hamburguesa llevase un huevo a la plancha era ya una muestra de vanguardia. El pan, el de siempre: bollo clásico con sésamo y la estructura justa para equilibrar la grasa de la carne.
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