Algunos despiadados críticos cristianos han sugerido que era epiléptico (aunque omiten mencionar los mismos síntomas en el rapto experimentado por Pablo en su camino a Damasco), pero no es necesario que especulemos en ese terreno. Basta con replantear la inevitable pregunta de David Hume. ¿Qué es más probable, que un hombre deba ser usado como transmisor por Dios para entregar algunas revelaciones ya existentes, o que repita algunas revelaciones ya conocidas y crea ser, o pretenda ser, investido por Dios para hacerlo?
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