La finalidad de la crispación ha sido generar un clima político que permita a la dirección del PP eludir sus responsabilidades por la guerra de Irak. Con esta estrategia de mentiras y manipulaciones el Estado ha acabado erosionado, llegando hasta la Monarquía. La decisión de las Azores fue, en realidad, una declaración de guerra. Sin embargo, Aznar no tenía la capacidad legal de hacer tal cosa. La Constitución reserva en exclusiva a la reunión conjunta de las Cortes, refrendada por la firma del firma del Rey, la capacidad de declarar la guerra.
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