La Tierra puede retener su atmósfera al ser lo bastante masiva para atraerla gravitatoriamente. No todos los cuerpos celestes poseen una, ya que el gas tiende a partir si la masa del cuerpo no es suficientemente grande para retenerlo. La Luna, por ejemplo, carece de ella. Esto es así porque la atracción entre dos cuerpos, como en el caso de un planeta y su atmósfera, es directamente proporcional a su masa e inversamente a la distancia entre ellos
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