Por primera vez un equipo de forenses ha demostrado que las personas que se suicidan han sufrido previamente una serie de cambios químicos en los genes que afectan al funcionamiento de las neuronas. Se trata de un proceso conocido como metilación, que en circunstancias normales mantiene desactivados los genes que las células no necesitan. Analizando el cerebro de los suicidas, Michael O. Poulter ha encontrado una tasa de metilación muy superior a la media que "apaga" un gen clave para regular la actividad cerebral.
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