La Barcelona que se desvanece, esa que agrupa a los nostálgicos convencidos de que cualquier tiempo pasado fue mejor, llora hoy por el cierre del Forn de Sarrià. El establecimiento, abierto en 1904 y propiedad de los hermanos Blas y Silvia Aranda, era la última panadería artesanal que quedaba en la calle Major de Sarrià, tomada ahora por los reyes del pan congelado y franquiciado. Lejos quedan los años de principios del siglo XX, cuando la vida de la villa que después se anexionó a Barcelona giraba en torno a la plaza, la Iglesia y el comercio.