
Uno de los sirvientes clavó la estaca en la arena reseca. Tuvo que tumbarse para asegurarse de que la marca de profundidad estaba justo a ras del suelo. El otro esclavo sujetaba una plomada mientras el maestro, a unos pasos de distancia, observaba para asegurarse de que aquel palo apuntaba al cielo.
Esperarían hasta mediodía bajo el calor aplastante de Ra. Precisamente ese día, cuando más abrasaban sus rayos. La sombras menguaban con parsimonia. El esclavo de la plomada miraba preocupado: la medida no iba a ser la misma que en Alejandría y todo el trabajo habría sido una pérdida de tiempo. Con el sol en el cénit la sombra de la estaca finalmente desapareció. Se escondió, como encogida dentro de la madera. El esclavo de la plomada no entendió por qué el maestro Eratóstenes se alegró tanto de haber obtenido el peor resultado posible.
Como los tentáculos venenosos de una anémona de mar, los brazos se levantan orgullosos acompañados de ensordecedores seighiels en el momento que el velero Horst Wessel entra en las aguas del puerto de Hamburgo por primera vez.
Nadie se da cuenta en ese momento porque el führerprinzip lo ciega todo como un foco de interrogatorio, pero un tentáculo cruza sus brazos, inocuo y discrepante, frente aquel estallido patriotero.
-¡Vamos August! ¿Qué te pasa? ¡Levanta el brazo!
-No.
-¿Por qué?
-Porque no.
August Landmesser tuvo sus motivos para dejarse envenenar y mover sus tentáculos a favor de la corriente, pero solo le bastó un antídoto contra las neurotoxinas paralizantes de la anémona: el amor a su mujer y su hija, Irma e Ingrid, que jamás podrían ser tentáculos.
-Esto es odio.
-¿Qué dices, August?
-Odio, solo eso.
Un fotógrafo disparó y una bala terminó impactando en August. Tarde. Pero familiarmente mortal.
Con cierto regocijo veo que esta semana el tema de los microrrelatos en Menéame se basa en los problemas informáticos. ¡Genial! Es algo de lo que suelo escribir mucho por estos lares. Así que, para inspirarme, procedo a buscar mis viejas anécdotas.
Pero el buscador no funciona.
Como una vez dijo un sabio: "¡A la mierda!"
Era el novato y me tocó seguir a Juan Saldaña, el constructor, para saber con quién se reunía.
No fue difícil, pero cuando Juan entró en un café, comprobé que no lo esperaba un narco, ni un político: era una chica, muy guapa, treinta años más joven que él.
La escena fue breve.
Juan le hablaba con vehemencia y ella apretaba los labios. Él intentó cogerle una mano, pero ella la retiró. Ella negó con un gesto. Saldaña se echó hacia adelante, argumentando algo. La chica miraba a la mesa y negaba tozudamente con la cabeza. Saldaña levantó las manos con gesto implorante.
La chica se levantó y Juan le pidió que volviera a sentarse. Luego él comenzó a asentir, hasta que ella le sonrió y volvió a sentarse.
Ninguna frontera tienta más al contrabando que la de la edad y ella acababa de fijar los aranceles.
Llevo la cruz del sufrimiento entre mis dedos desde que tengo cinco años. Vivir ha sido difícil. Hay cicatrices en las manos y escribir con los ojos es un infierno. El infierno de no haber vivido en vida lo que me habría gustado. Hace días decidí no creer en dios y que ningún dios creyera en mí. Miro mis dedos y no hay cruz, no hay dolor. Desde entonces, camino más ligero.
—Y aquí tenemos la sala de incubación —dijo el guía—. Es aquí donde inoculamos la proteína a los fetos. Ninguno de estos tendrá boca, así pues...
—¿Por qué se sigue llevando a cabo este tipo de ingeniería? —dije cortando la explicación—. No pueden hablar ni entre ellos.
—¿Para qué quiere que hablen? Son obreros.
—Pero...
—Sin peros —respondió, cortante, el guía—. El lumpen no necesita hablar. Ellos lo saben, saben cual es su cometido y para eso los diseñamos. Solo son útiles sus manos, un obrero no es un pensador. ¿Recuerda cómo estábamos antes del levantamiento? ¿Acaso quiere que ocurra lo mismo?
—No me refería a eso, quiero decir...
—¡No diga nada! —exclamó el guía alterado-. Habla usted demasiado. Lástima que este metodo no funcione retroactivamente.
Apartó de mí su mirada relampagueante y el grupo se fue acompañando al guía hacia otra parte de la gran sala.
Yo me quedé mirando hacia un tubo de incubación y vi cómo un bebé casi formado, me miraba penetrantemente: como escudriñando mi gesto. Los músculos de la boca sin formar se movieron espasmódicamente. ¿Querría decirme algo?
-¿Cómo se encuentra la paciente?
El jefe de turno en Urgencias preguntaba al residente mientras caminaba, prácticamente trotaba, ese servicio era un no parar: ambulancias con accidentados, una sala de espera llena de tobillos torcidos, niños con fiebre y mocos, llorando, abuelas quejándose de la cadera, algún indigente traído por la policía con síntomas de embriaguez severa… y era la primera semana del residente allí.
-Estable dentro de la severidad de los síntomas, doctor.
-Detalles, Alarcón, detalles…
-Fiebre, tos, dificultad respiratoria, dolor muscular, en la espalda, sobre todo, y dice encontrarse muy cansada.
-Eso parece una gripe. ¿La han tratado?
-Sí, pero no responde, ni siquiera a los antipiréticos.
-Hmmm… ¿Hay casos similares?
-Puede que en la sala de espera…
-Quiero una analítica completa, y trasládenla a A1.
-¿Aislamiento? Pero…
-Pero nada. Y vistan EPI para atenderla.
-¿EPI? Pero, doctor…
-¡Pero nada!
-Sí, doctor.
(28 de Enero de 2020)
La última vez que hubo electricidad fue hace ya años. Esa noche en que todavía funcionaba todo malgasté unas horas leyendo un libro. Los días siguientes fueron primero tranquilos, luego tensos, finalmente caóticos. En el betún espeso de la noche se oían alaridos, bramidos de destrucción, risas desquiciadas. Animales salvajes que habían sido ciudadanos salían a desatar una agresividad primitiva y eufórica. Cuando las baterías y antorchas improvisadas escasearon pocos arriesgaban a salir de noche, salvo para quienes la oscuridad era indiferente: los ciegos. Se instauró entonces un justo equilibrio. De día la ciudad era territorio de caza para los dotados de vista y los invidentes se escondían en agujeros. De noche campaban estos últimos, que acometían ágiles en plena negrura. Nos cazaban como a conejos. Entendí que para comer era más fácil cazar a muchos que a pocos y cambié de bando. No me importó mucho arrancarme los ojos.
No soltaba la sábana, era su escudo de Heracles, en el que Fobos espantaría a los malvados, y Palioxis los pondría, despavoridos, a la fuga, estirando la raída prenda hasta cubrirse por completo, cual mortaja.
El orfanato no estaba mal. La comida no abundaba, pero los Padres no eran malos del todo. Sí, severos, y, sí, alguno con la mano larga, pero sus compañeros, algunos huérfanos como él, otros abandonados, compartían destino y eso los convertía casi en hermanos: la Hermandad de los Desamparados. Y eso hacía los días más llevaderos.
Pero las noches… las noches eran diferentes. La Hermandad desaparecía con la oscuridad, con la individualidad de las camas, y cada uno se apañaba como podía.
Así que cuando el Padre Santiago le rozó la cabeza por encima de la sábana a las 2 de la madrugada, sabía qué pasaría:
-Miguel, vamos a rezar a la vicaría.
-Amén, padre.
- A ver, Yuli, que ya van dos veces.
- Si es que estoy en racha, Jaime. El primer examen lo estudié a medias. Y saqué un notable.
- Lo sé...
Yuli seguía entusiasmada.
- En el segundo, solo me estudié un tema que no cayó y otro notable. Estoy en racha estas últimas semanas.
- Pero Yuli, aunque apruebes el examen, si no sabes, ¿ de qué te vale en la vida ? Lo que necesitas es conocimiento, no una nota que en unos meses nadie recordará.
- Estoy en racha, estoy convencida. Para este examen no voy a estudiar nada y quiero aprobarlo.
- Pues amén. Que haya suerte, que así sea.
Y dos días más tarde Yuli daba la noticia.
- ¡ Jaime, he aprobado otra vez !
- Lo sé. Ese era tu tercer deseo.
- ¿ Deseo? ¿ Igual que los de los genios ?
- No hacías mucho caso a lo que te contaba hace unas semanas cuando me presenté, ¿ verdad ?
Quisiera dar las gracias por este premio a un sintético, el primero en la Historia del Visual-3Dreal en recibir este galardón a mejor actor en todas las categorías. Gracias a los miembros de la Academia por haber entendido el valor de transformar mi cara en la de cualquiera, gracias a la técnica de MimicTM y a los nuevos polímeros de piel que ahora estoy usando. Quisiera dar las gracias también al director H6L35 que supo poner orden en esta historia tan especial sobre el sentido de la vida desde la óptica de nosotros, los sintéticos. “Spoiler”, como decían en el siglo pasado, el año que viene nos llevaremos todos los premios de todas las categorías. Gracias.
El bar está lleno. El dueño observa. No es el encargado. Es el dueño.
Un cliente habla. Otro responde. El sonido crece. Palabras fluyen. El dueño se acerca.
—Silencio.
El cliente lo mira. Parpadea. No entiende.
—Silencio —repite el dueño.
El cliente baja la voz. Otro cliente habla. El dueño se mueve.
—Silencio.
El aire se espesa. Los murmullos se apagan. El dueño sigue de pie. Vigilante. Esperando.
Nadie habla. Nadie ríe. Nadie discute.
El bar está lleno. El bar está vacío.
El dueño observa.
Los 10 miembros del Consejo de Administración de Expoliasa iniciaron la reunión donde destituirían a su vicepresidente, Don Pedro, por haber robado 2 millones de la empresa. El presidente, Don Juan, comenzó:
-Pedro, hagámoslo rápido e indoloro. Firma este cese voluntario con compromiso de devolución del dinero en 1 mes. Si no, te espera la cárcel.
-Calumniador. Tú has robado 7 millones durante tu presidencia y todos los miembros del Consejo tienen desde ayer un dossier completo que lo acredita.
Don Juan no se inmutó, pero Don Fernando terció:
-Ambos sois escoria. Todos los consejeros hemos decidido echaros y nombrarme a mí nuevo presidente.
Don Juan, impasible, replicó:
-Todos los consejeros estáis grabados en la orgía de las conejitas ¿Sabes que varias eran menores? Yo no salgo, claro. Tengo el vídeo en mi portátil.
La contabilidad creativa acabó ocultando ambos desfalcos y el Consejo mantuvo su composición tras la reunión.
—El festival lo organiza la Unión Europea de Radiodifusión, ¿no?— preguntó Thomas Kinskyn desde Alemania
—Sí, eso mismo —respondió una voz femenina desde Bruselas.
—Pues entonces, ya me diréis qué problema hay en que participe la Televisión Vaticana. El año pasado, llegó San Marino a la final...
—No, si no hay ningún problema real... Es de otro tipo.
—¿De qué tipo?
—Ahora todos los carcas y ultraderechistas votan a Israel, por molestar. ¿Y si les da por votar al Vaticano? —preguntó Jansen desde Noruega.
—Pues ganará el Vaticano. ¿Qué problema hay? Quieren presentar a un grupo de monjes cantando una canción medieval gregoriana...
—Son seis minutos de canción...
—¡Joder, que ese sea nuestro mayor problema! A ver qué hacen contra eso los israelíes —se burló el representante de España.
Alguien se rió desde Italia
—¡Ni siquiera los carcas son infinitos! ¡Probemos!
Acudió un día Duncan a buscar a Rutger, el Gran Mago de Hoveland, y lo encontró abatido y apesadumbrado.
—¿Qué te pasa? —le preguntó, pues eran buenos amigos.
—Que he descubierto que soy un necio. Mira.
Y le hizo descender por una larga escalera hasta que llegaron a una lóbrega habitación donde el mago tenía encadenados tres espectros.
—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la derecha.
—¡Agua!, ¡agua! —gritaba el de la izquierda.
—¡Agua!, ¡agua! —gritaba otro más en un rincón.
—Parece que sufren el mismo mal, ¿no es así? —preguntó el mago a su amigo.
—Lo aseguraría —repuso Eric.
Pues uno es el fantasma de un hombre que murió en el fuego, otro murió de sed, y el tercero es el fantasma de un hombre que murió en la riada del año pasado.
La Sibila de Cumas, Apolo mediante, lo vaticinó días antes, el dios no pretendía daño alguno para sus amados humanos y por eso les previno, por ello la sibilina profecía, con una visión del futuro nada halagüeña:
-¡Oh, Curios, así ocurrirá, las señales lo indican, los dioses lo avisan y yo os lo transmito, para que, en vuestra sabiduría, sepáis prevenir el daño que se avecina!
Pero, era vox populi, la diligencia no era una de las virtudes de la Curia: entre debates y porfías, no hicieron más que demorar la urgencia, postergar las medidas. Llegó la tardía hora décima cuando se convocó la crucial reunión:
-Avisad al Cónsul Malleus, debe tomar la decisión.
Pero el Cónsul no aparecía…
-¿Habéis mirado en la hostería de Eolo? Allí suele ventilar sus asuntos…
Cuando finalmente el Cónsul arribó a la reunión, su presencia era ya vana, inútil, pues todo había ya acontecido.
-...Entre Casa del Centinela y Arroyo de la Higuera, en medio de ninguna parte...
-Ese gilipollas portugués casi mete la pata...
-Se corrigió al momento.
-Porque le dimos un toque desde aquí.
-¿Y dónde está la cosa ahora?
-Ni idea.
-Y quién la tiene.
-Ni idea. Nosotros no.
-En el informe dice esferoide de aspecto cristalino de un metro cúbico aproximadamente. ¿Y los ojos y oídos que tenemos en esa zona no pillaron nada?
-Nada. A 500 metros emitió ese pulso concreto y descendió al suelo... quedó entre un camino de tierra y unos árboles. Y la red eléctrica se fue al cuerno.
-Pero si pedimos tiempo para poder moverlo y llevarlo a...
-Pues allí no lo tienen, ni los franceses, ni los alemanes, ni los españoles, ni...
-Los ruskies descartados y los chinos también... No se puede haber perdido eso. Tengo en el informe que mandamos a gente de la base de Morón y de Rota, y de la base gris que tenemos en Beja, Portugal.
-Hubo que traer una grúa y meterla allí en mitad del campo, pesaba unas cinco toneladas o así.
-Cada vez que están los españoles metidos en una de estas se lía... ¿se les ha dado el toque?
-Cuatro veces. Van a colaborar, claro.
-¿El señor naranja lo sabe?
-No, y no lo sabrá.
-Bueno, tenemos que encontrar esa cosa. Pon a los tuyos en marcha.
-Vale. Esta conversación no ha tenido lugar. Eliminando rastro completo y registro.
-Clic.
La fina lluvia nocturna sobre el cristal reflejaba el led intermintente de la Sex Station 9, mientras intentaba descargar de la red oscura un pack con las mejores felaciones de la década, para instalarlas en el robot de termopiel. Pensó en desistir y pagar por el pack en OnlyFarts, la última vez le colaron un fichero corrupto manipulado por la SGAY que sobreescribía el límite de succión, y aún sentía escalofríos al recordarlo. También fue el orgasmo de su vida, para qué negarlo…
- Fichero incompleto.
Cerró un par de molestos hologramas publicitarios para centrarse en el archivo.
- “Robot con la cara de tu prima, máculas en la piel opcionales.” “ Replícate en termopiel para sentir cómo es hacerlo contigo mismo”
- ¿ Pero qué… ?
- “Gracias por elegir Selfympaler, desnúdese frente a su 3D cam”
- No me creo que esté haciendo esto
Entro a la sala con un poco de pavor. Pero ahí está ella: firme, decidida, recibiéndome con la mejor de sus sonrisas. Cuánto tiempo, dice, y tampoco creo yo que haya sido tanto. Lleva un vestido ceñido, que acentúa sus curvas. Ven conmigo, sígueme. Tus deseos son órdenes para mí, pienso, y la sigo por un estrecho pasillo. Puedes acomodarte, me dice, y me siento. Abre tu boca, dice, y se acerca. Mucho. Muchísimo. Cada vez más. Sonrío. Sonríe un poco más, añade. Lo hago encantado. Abre la boca más. Hasta que pueda ver todos tus dientes, hasta que pueda ver tu garganta. Imagino un beso, unos labios en unos labios: la felicidad. Entonces, empieza con la limpieza de dientes. El sonido es infernal y yo recuerdo que esta no es más que otra maldita visita a la dentista.
Ya tenemos tema para esta semana: El peor resultado
Mira hijo, aquella es Tesla, la estrella más brillante de la constelación. Las otras dos que se ven juntas más a la derecha son Panamá y Groenlandia, que junto a esa que ves ahí, que se llama Usaid forman la constelación Aranceles. Y si tuviésemos un telescopio podríamos ver la nebulosa de la trompeta que se encuentra en su interior. ¿Verdad que es fascinante?
Llegamos a la frontera unas semanas después de que Trump fuera proclamado emperador y allí estábamos, a las puertas del paraíso prometido. La guardia fronteriza habló con nosotros, nos dijo que teníamos que pagar aranceles. Por qué, fue la respuesta, si no llevamos nada. Estáis equivocados: tenéis que pagar aranceles por vosotros. Sois un producto. No os preocupéis, dijeron, hay recompensa: el mismo emperador os recibirá. Dimos todo el dinero que teníamos y sí, era verdad, Trump nos recibió con la mejor de sus sonrisas. Fue un encuentro breve: nos dijo que no habíamos pagado suficiente dinero y que su país no quería extranjeros. El emperador nos ha expulsado de su fiesta. Solo hay lágrimas y una avión que nos lleva a un lugar en que no queremos estar.
Los nominados estaban todos muy nerviosos. Parece que no, pero un premio así puede hacer que tu futuro cambie, literalmente.
El regidor los dispuso en el patio de butacas de manera que las cámaras pudieran captar hasta la más mínima expresión, la más tibia sonrisa, la más fugaz lágrima, quería que el espectáculo emocionara a los millones de espectadores pendientes de la ceremonia: sabían que ellos podrían estar allí en un futuro cercano, como nominados, si se esforzaban lo suficiente, si ponían el empeño necesario.
Los nervios repuntaron en cuanto el maestro de ceremonias hizo acto de presencia en el escenario. Entró, parsimonioso, hacia el atril central para anunciar al ganador.
Una vez hechas las presentaciones y nombrados los nominados, mientras las cámaras repasaban, una por una, sus caras, el presentador sacó el sobre con el nombre del afortunado:
-¡Y el premiado con un piso de alquiler asequible es……………!
Estaba guapo. Muerto, pero guapo. Le habían puesto el traje de la boda de su prima Cecilia. Jo, qué boda, qué risa cuando el novio se cayó a la piscina… Y creía que ahora estaba ahí por culpa de esa boda. No, esos dolores no eran gases del cava, o de tanta comida, eran algo más. Ya lo creo que eran algo más: ahora estaba muerto por esos dolores, que resultaron ser una perforación del intestino.
Pero, bueno, ahora estaba muerto ┐( ˘_˘)┌ . Y el ataúd tenía un agujero. Un ratón, seguro. De hecho, le pareció escucharlo al poco de que lo enterraran, como a la semana. Tendría hambre, el pobre… Pero el agujero no era todavía suficientemente grande para que entrara, aunque sí para que entrase algo de tierra. La probó: esa tierra sabía raro.
-Serán tierras raras, jajajaja- pensó. Bueno, pensar, a ver… lo que puede pensar un cadáver.
La góndola se fue perdiendo en la bahía, en un atardecer pintado por Turner, con la llama anaranjada del último sol de febrero.
Era a la vez, en un instante, todos los hombres que había sido, el efebo imprudente y arrogante, el niño huraño y solitario en la verbena, el anciano de treinta años cansado de tanto vivir, el joven de cincuenta entusiasmado con matrices y ditirambos… Pero todos llegaban siempre a este lugar, a esta misma pregunta, a esta misma góndola partiendo impasible hacia las afueras de su vida.
Como si fuera un déjà-vu, pensó si no sería este otro de tantos últimos besos, un vacío transparente en la memoria incapaz de recordarlos, porque nunca supo que serían el último.
menéame