
Hassan estaba buscando a Malek: tenía que saber cómo iban las votaciones. Acabó encontrándolo en la esquina de su casa, mirando el móvil:
-¡Malek, ¿cómo van?!
Sabía que Malek estaría justo en esa esquina, era de los pocos sitios con cobertura, y eso lo convertía en peligroso. Malek empezó a contestar:
-¡Le acaban de dar 12 puntos a Suiz…!
cuando una bala desparramó sus sesos contra el teléfono.
Hassan se paró en seco.
-Vaya, me va a tocar buscar a otro amigo con teléfono-, pensó.
¿Samir, tal vez…? Pero recordó que había volado por los aires hacía dos días, junto con su casa, padres, hermanos y hermanas. Y el bar donde vio las semifinales se derrumbó en un ataque con tanques…
-Ya está: Walid.
Finalmente encontró a Walid, pero ya habían acabado las votaciones.
-Ha ganado Austria-, le dijo.
Y Hassan se echó a llorar: su favorito era Suiza.
Ante los desastrosos resultados de la edición anterior, se decidió por unanimidad elegir a un grupo potente, entre todos los políticos del país, para aprovechar su carisma. La primera votación fue muy reñida entre Marlaska y los Pegamoides, Mariano of Lesbian, Los Mazones Rebeldes y Azúcar Montero.
El voto más maduro fue para Progredades, Los Chiringuitos, Vago de Vox, Objetivo Begoña y Presuntos Imputados.
Mañueco y los trogloditas, Rufiangoria, Extremowoke y Héroes del Sanchismo aportaron las actuaciones más canallas y del agrado del público, pero finalmente la elegida fue Lady Gagá, con el inexplicable voto masivo de la izquierda.
Defenderá el tema “La alegría de mentir”, en un claro homenaje a Ray Heredia, que según fuentes consultadas, está pensando en resucitar, para volver a morirse del disgusto.
El capitán ordenó precaución porque había visto un puesto enemigo enfrente de nuestro avance.
Agazapado entre las rocas, vimos el casco de uno de ellos. Nos ordenó disparar desde todos los ángulos posibles.
Pero no tuvimos éxito. Ni se inmutó.
Para ablandar su firmeza, se pidió refuerzo de la artillería. Tres días de fuego casi constante.
Ni se inmutó.
Nos retiramos unos kilómetros al pedir el apoyo de la aviación. Decenas de pasadas de bombarderos durante tres largas horas.
Al volver, seguía ahí. Ni se había inmutado.
Entonces es cuando, desobedeciendo las órdenes, el soldado Juan se levantó y salió a andar despreocupadamente. Al principio pensábamos que iba a mear, pero se dirigió al puesto del enemigo. Le dio una patada y salió rodando. Era un casco aislado.
—Hoy da una charla un catedrático que es un crack. Acércate —me dijo mi colega J.
Aquel día no tuve tiempo ni de respirar. Llegué tarde, sin haberme podido informar ni siquiera del tema de la conferencia. Me senté junto a mi amigo justo cuando acertaba a oír:
—…para acabar siendo un compendio de prácticas antidemocráticas, defensa de valores éticamente abominables y sumisión al imperialismo más atroz; un ejemplo de lo que significa dar prioridad a los intereses económicos sobre los Derechos Humanos, blanqueando a regímenes genocidas si se considera necesario e invisibilizando a los ciudadanos críticos. En suma, un espectáculo humillante para los propios europeos, a quienes se somete a intereses extranjeros y corporativos, al tiempo que se les dice que ha sido su propia elección…
—No sabía que el tema era Eurovisión —susurré.
—No. El título de la charla es “La Unión Europea: historia y perspectivas de futuro”.
Tamara aún no ha digerido que su padre, ingeniero industrial, participe en Eurovisión. ¡En la final!
Anuncian el turno de España. Don Eduardo aparece levantando los puños cerrados en señal de saludo victorioso. Está en ropa interior. Calzoncillos de abuelo, tradicionales del siglo XX, tipo slip, blancos con abertura delantera. Camiseta de tirantes del mismo color ligeramente amarillento. La panza asoma entre ambas prendas.
Comienza a moverse torpemente por el escenario. El holgado calzoncillo deja entrever el movimiento pendular del flácido saco escrotal. Los potentes focos revelan su silueta. Canta su conocida y divertida canción.
Tamara sabe que oculta algo en los puños. La emisión se interrumpe antes de que Eduardo despliegue en el suelo una bandera oficial de República de Xionachi y defeque sobre ella. Pero este desconcertante final inesperado se difunde rápidamente en redes sociales.
España permanecerá varios años expulsada del festival. Aquí se castigan los comportamientos agresivos.
Tras siglos de baños de sangre y millones de muertos, no pareció descabellado resolver los conflictos internacionales con un criterio igualmente arbitrario: aquel concurso musical que provocaba simultáneamente insultos y pasiones. Los mismos que lo denostaban se convertían en animales enfurecidos con los resultados del certamen. No había tanta diferencia emocional con una guerra, pero era mucho más económico.
Debía ganar Bélgica. Ese año el manipulador de voto del Mossad sufrió un error de programación y las VPNs israelíes empezaron a desbordar sus propios servidores con infobasura votando por “Tierra de paz”, que interpretaron erróneamente como un ataque del Vaticano. Rusia aprovechó el caos y hackeó el resultado para apoyar a “Jaula para Julia”, un canto a la libertad de expresión. Japón rechazó que los votos estadounidenses para Austria se asignaran a Australia.
Al terminar todo ganó Transnistria, que gobernó con infame mano de hierro de ese 2029 en adelante.
—El festival lo organiza la Unión Europea de Radiodifusión, ¿no?— preguntó Thomas Kinskyn desde Alemania
—Sí, eso mismo —respondió una voz femenina desde Bruselas.
—Pues entonces, ya me diréis qué problema hay en que participe la Televisión Vaticana. El año pasado, llegó San Marino a la final...
—No, si no hay ningún problema real... Es de otro tipo.
—¿De qué tipo?
—Ahora todos los carcas y ultraderechistas votan a Israel, por molestar. ¿Y si les da por votar al Vaticano? —preguntó Jansen desde Noruega.
—Pues ganará el Vaticano. ¿Qué problema hay? Quieren presentar a un grupo de monjes cantando una canción medieval gregoriana...
—Son seis minutos de canción...
—¡Joder, que ese sea nuestro mayor problema! A ver qué hacen contra eso los israelíes —se burló el representante de España.
Alguien se rió desde Italia
—¡Ni siquiera los carcas son infinitos! ¡Probemos!
-Y este es el Eurovisión Mark VII, con un nuevo psisensor intraóptico que permite controlar los pensamientos del portador, conexión tri-fi al ministerio europeo de la verdad y un selector de cuatro intensidades, a saber: padefo acojonado, votante indeciso, forofo intenso y gilifacha terminal, al gusto de cada extremismo político, con entradas adicionales para lobistas a comisión y religiones milenarias pendencieras.
-Si bueno, pero lo importante aquí es si lo tienen en color rojo sangre y con extra de tragaderas.
-Ufff, me pide usted imposibles, señora presidenta de la comisión europea.
-Pero lo necesitamos...
-Si, si, entiendo, pero para ese tipo de manipulación igual deberían volver a emitir algún concurso de berridos melódicos. Aquí en Bombardeos sanos para todos, sociedad ilimitada, tenemos una firme ética militar para los negocios y no podemos transigir con ese tipo de peticiones.
-Bueno, ya veo como están las cosas... Pues póngame 750 millones de unidades en colores surtidos... ¿Hacen descuento por volumen?
Eurovisión es ese ritual kitsch que une a Europa una vez al año con lentejuelas, fuegos artificiales y coreografías imposibles. Entre gallos, prodigios vocales y discursos de unidad paneuropea, se cuelan a veces historias que merecen más que un estribillo pegadizo. Esta semana, en el concurso de Microrrelatos, afinamos la pluma al compás del televoto y os proponemos sumergiros en ese universo donde todo cabe: la ambición, la vergüenza ajena, los amores imposibles, las venganzas balcánicas y los votos falsos. Adelante, que empiece el espectáculo.
menéame